La demolición controlada de la República de Siria por parte de la OTAN
y de sus socios regionales se va culminando con una guerra a gran escala.
Casi dos años después del inicio de la crisis siria, y tras asegurarse el
sillón de la Casa Blanca, Barack Obama no sólo se viste con la armadura de Bush
para lanzar un ataque militar contra otro país miembro del “Eje del Mal”
(después de Libia), sino que también recupera su retórica de “Armas de
Destrucción Masiva” (ADM): amenaza con una guerra si Damasco mueve y/o utiliza
sus armas químicas. Claro que recurrir al pretexto de la “ayuda humanitaria ya
no era creíble” a estas alturas, por lo que echa mano de las ADM y provoca
alarma internacional para justificar la agresión.
Después de haber apadrinado a los mercenarios extremistas y de enviarlos a
Siria con la misión de provocar caos y terror, EEUU ahora pretende bombardear a
los desesperados civiles y así protegerles de las bombas lanzadas por
Damasco. Obama hace así de bombero pirómano, que se burla de la memoria de la
historia reciente: la invasión de Irak en 2003. La vida de 25 millones de seres
humanos fue destrozada por la sarta de mentiras sobre las ADM, las falsas
acusaciones de conexión de Sadam Husein con el 11-S y con Al Qaeda, el engaño de
la supuesta adquisición de uranio en Níger para fabricar bombas atómicas, y la
psicosis que Washington creó en torno al Antrax que, según Colin Powell, Bagdad
metía en sobres y los echaba al correo con destino a EEUU. Desmantelar el Estado
sirio, al igual que el de Irak, ha
sido planeado desde hace años.
Se acelera el fin de Bashar al Asad y de su Gobierno, que ha perdido el
control incluso sobre la capital. Washington, mientras realizaba los mayores
ejercicios militares conjuntos con Israel en el Mediterráneo, en octubre pasado,
rechazaba la propuesta de Rusia, Irán y del propio Al Asad de mantenerse en el
poder hasta culminar la transición. Entonces ya sonaban las campanas para el
sirio. El siguiente paso fue el reconocimiento por EEUU de la oposición
amiga, como futuro Gobierno interino del país.
Resuelto así el problema del vacío del poder que dejaría Al Asad, la OTAN
desplegará misiles Patriot en Turquía y mandará tropas, Israel destruirá
las instalaciones militares de Siria, y unos 10.000 hombres armados ocuparán el
país desde el Líbano y Jordania, a la vez que los
3.500 soldados que el Pentágono envía a un Irak que Obama prometía
desocupar, organizarán la logística desde allí. Así se cumple uno de los
principales objetivos de la devastadora guerra contra Irak: convertir este
corazón de Oriente Próximo en la base de operaciones que pretende imponer la
hegemonía de EEUU en la región.
El apoyo financiero y militar de Obama a los grupos terroristas opositores
sirios es tan ilegal como lo fue el de de Ronald Reagan a los contras
nicaragüenses. Si no fuera por la venia de un padrino como EEUU,
dichos grupos
nunca podrían derrocar al régimen sirio. ¿No temen los países que hoy los
utilizan, ser mañana sus víctimas? ¿Creen que es un “riesgo calculado y
controlado”? Bobadas. La paradoja es que sean los países cristianos
quienes empleen a los jihadistas (partidarios de la “guerra santa” islamista)
contra un Gobierno que ha protegido a las minorías religiosas, incluidos los
fieles a Jesús. Esos salafistas (las milicias de Nur y Umma, Albarar, Dahul,
Ansar-al-islam), que donde llegan izan su bandera negra con espadas cruzadas,
obligan a los combatientes no practicantes a rezar en el frente.
El proyecto de El Día Después, preparado por el Instituto
estadounidense para la Paz (USIP) en el diseño de la Siria sin Asad, prevé que
el nuevo régimen reconozca al Estado israelí, se aleje de Irán y desaloje a los
grupos armados palestinos del país. Vamos, el modelo egipcio. Está por ver si
los sirios se dejarán gobernar por los rebeldes, cuyo núcleo duro son los
Hermanos Musulmanes.
La ONU prohíbe el empleo de la fuerza entre los estados, salvo en legítima
defensa o por la decisión del Consejo de Seguridad. Pero esta nueva “guerra
preventiva” será otra agresión militar ilegal contra una amenaza inexistente y
empleando pruebas falsificadas. ¿Es que EEUU planea atacar a todos los países
que cuestionan su hegemonía? Ni así conseguirá tal objetivo: el nuevo Irak,
ocupado por cerca de medio millón de soldados, hoy es aliado de Irán, se acerca
a Rusia, de la que compra armamento por valor de 4.200 millones de dólares, y
baraja la posibilidad de acoger a cientos de guerrilleros palestinos que
marcharán de la Siria pos-Asad, abriendo un nuevo frente de conflicto y
tensión.
Ni China ni Rusia tienen la capacidad de impedir la agresión planeada.
Vladimir Putin ya evacua a sus ciudadanos, preocupado no sólo por perder la base
naval de Tartus, sino sobre todo por la imparable expansión de los extremismos
islámicos, financiados por EEUU, Arabia y Qatar en Euroasia y Asia Central.
En cuanto a la reacción de Irán, la jugada de EEUU ha sido sacar a los
Muyahedines del Pueblo iraní (grupo extremista islámico opositor al Gobierno de
Teherán) de su lista de organizaciones terroristas y enviarlos al Líbano, para
que desde allí combatieran a las tropas de Al Asad y también a los Guardianes
Islámicos de Irán que apoyan a Damasco. Existen, además, discrepancias en el
seno de la República Islámica, entre los partidarios de enviar más efectivos a
Siria y los que ya dan por terminada la era de Al Asad y buscan amistades entre
los rebeldes.
El desorden como estrategia
Sobre las cenizas del orden nacido de la Segunda Guerra Mundial, en Oriente
Próximo no se están construyendo nuevos sistemas políticos: Washington y sus
aliados desmontan estados sólidos para denominarlos “estados fallidos” y así
hacerse con su control de forma duradera.
Se acentúan las tensiones religiosas-étnicas en el Líbano, Irak agoniza y se
desintegra, al perder el Kurdistán casi independiente. Libia deja de ser un
Estado, la V Flota de EEUU en Bahréin tiembla por el ruido de las protestas
populares que no cesan, e incluso la oferta de Obama a Irán para abrir unas
negociaciones directas puede que pretenda perseguir la inacción de Teherán
frente el asalto preparado contra Siria, para luego aumentar el cerco alrededor
del propio Irán.
Por otro lado, la guerra que ha organizado Turquía en sus fronteras con Siria
puede ser aprovechada por los 12 millones de kurdos del país, o incluso los
rebeldes que arma contra su vecino sirio pueden volver contra Ankara; como pasó
con Pakistán, que usó a los talibanes contra Afganistán. Los terroristas de Al
Qaeda no reconocen a Turquía como ejemplo del islamismo. Recep Tayyip Edogan,
cegado por su ambición religiosa de devolver el sunismo a Siria, en vez de
contener la agresión de los países cristianos a un país musulmán,
les hace de anfitrión. Lo que busca, a través de alinearse con la agenda de EEUU
en la región, es mantener el apoyo de Washington a su partido, y así poder
seguir debilitando a las fuerzas seculares de su país.
La guerra ya no es el último recurso para proteger unos intereses vitales. El
conflicto sirio es un despiadado juego geopolítico entre los actores
internacionales y regionales.
Fuente:http://blogs.publico.es/puntoyseguido/587/la-otan-a-las-puertas-de-siria/
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