El alemán-holandés matemático y cosmógrafo Cellarius es bien conocido por los historiadores de la astronomía como autor de Harmonia Macrocosmica (publicado por primera vez en 1661), que se considera como uno de los más espectaculares atlas cosmográficos publicados en la segunda mitad del siglo XVII.
Cellarius nació alrededor del año 1596 en Neuhausen, una pequeña ciudad cerca de Worms. Después de su educación en la Sapierzkolleg en Heidelberg, Cellarius se matriculo como estudiante en la Universidad de Heidelberg en 1614 pero no se sabe cuánto tiempo estudió allí o si asistió a los cursos.
Durante la década siguiente, el paradero de Cellarius se desconoce, por las publicaciones de sus obras sobre el arte de las fortificaciones se especula que pudo haber viajado a través de Polonia y que incluso pudo seguir una carrera militar, pero no existen evidencias fiables de estos supuestos. Posteriormente se traslada a Holanda donde contrae matrimonio, se sabe que alrededor de 1637 se traslada a Hoorn donde fue nombrado rector de la Escuela de latín en la ex Ceciliaklooster. Todos los trabajos académicos de Cellarius fueron publicados durante su estancia como rector en esta escuela.
Murió en 1665, la localización exacta de su tumba se desconoce. Su obra más conocida es la Harmonia Macrocosmica, que se publicó en 1661, esta obra es un atlas de los cielos tal y como fueron interpretados por Copérnico, Ptolomeo, Brahe y Aratus se compone de 30 folios dobles pintados a mano en color, acompañados de aproximadamente 200 páginas de texto explicativo en latín. Una edición posterior con solo las láminas fue publicada en 1708 por los editores de Ámsterdam Gerard Valk y Petrus Schenk el Joven.
Representación planisferica del sistema Ptolemaico.
“El ojo humano organiza la composición del universo según el orden que puede percibir en la tierra en la que está, poniéndose como centro de todo el espacio. Allí donde dirige la mirada le sobrecoge la admirable esfericidad del cielo…. Y cree que el globo terrestre está en el centro de todo” (Andreas Cellarius).
La figura representa la yuxtaposición de los cuatro elementos en la región llamada sublunar por los filósofos antiguos. El globo terrestre está compuesto de tierra y agua, elementos pesados e impuros, después se suma el aire y finalmente, próximo a la esfera lunar, el fuego, el elemento más sutil y más puro de todos.
Representación de las órbitas planetarias que rodean la Tierra.
“La mayor parte de los filósofos de la antigüedad pensaban que el universo supralunar o éter estaba compuesto de círculos o esferas concéntricas conteniendo unas a las otras, solidas y duras como el diamante, pensaban asimismo que las estrellas eran comparables a puntas clavadas en la pared de un barco u otro objeto móvil… que les imprimía el movimiento giratorio” (A. Celliarius).
La esfera más lejana y opaca de las estrellas fijas recibió el nombre de primum mobile, el “movimiento primero”, pues movido por el amor divino, imprimía su movimiento a todas las demás esferas.
El planisferio de Brahe, o la estructura del universo
a partir de la hipótesis que Tycho Brahe señaló, vista en plano.
Tycho Brahe logro la síntesis de los sistemas contradictorios de Ptolomeo y Copérnico, esforzándose por hacer “mas creible la disposición geocéntrica de los mundos…la jerarquía de las orbitas la ordena como sigue: la luna gira alrededor de la tierra situada en el centro del universo, en una órbita concéntrica a esta, como lo hace el sol. L Tierra es a su vez el centro de los cincos planetas restantes, Mercurio, Venus, Marte, Júpiter y Saturno, que giran concéntricamente alrededor del sol pero con una orbita excéntrica en relación a la Tierra. Venus y Mercurio son los únicos satélites fijos del sol en su trayectoria alrededor de la tierra…” (A. Cellarius)
El planisferio de Copérnico, o el sistema de todo el universo creado
de acuerdo con la hipótesis de Copérnico, en una vista plana.
La relación que mantienen en el sistema copernicano las siete esferas planetarias con el sol, su centro, es para el místico y astrónomo Kepler, comparable a la que existe entre “el pensamiento discursivo y la extrema simplicidad de la cognición mística” (Harmonice Mundi, 1619 , ed. Leipzig 1925).
En 1507 abrumado por la inexactitud del calendario de la época y después de haber examinado las razones, Copérnico llega a la conclusión de que el calendario se confecciona mejor si se parte de una concepción heliocéntrica del mundo. Podía citar en su favor los trabajos de astrónomos y filósofos de la antigüedad como Aristarco de Samos (hacia el 300 a.c), Héraclides de Ponto, Nicetas de Siracusa y otros.
Representación copernicana del sistema del mundo.
“En el centro de todas las cosas reside el sol. ¿Podría imaginarse un lugar mejor en este templo el más bello de todos, que aquél desde el que puede alumbrar al mismo tiempo todas las cosas?. Se le llama con razón luminaria, espíritu, señor del universo. Para Hermes Trimegisto es el dios invisible, para la Electra de Sófocles, nadie escapa a su mirada. Sentado en lo alto de su trono, el sol guía a los hijos que lo circundan” (Nicolás Copérnico, De revolutionibus orbium caelestium 1543).
Diagrama selenográfico que representa las diversas fases
y apariencias de la Luna por medio del sombreado de las imágenes.
El hemisferio meridional o sur de los antiguos.
Representa las constelaciones conocidas en la mitología griega. En el “destronamiento de la bestia”, sátira de Giordano Bruno aparecida en 1584, Zeus ordena un nuevo reparto de las imágenes celestes, sustituyéndolas por virtudes: “Notorios y desnudos ante los hombres son nuestros vicios, el mismo cielo es testigo de nuestros desatinos. He aquí los frutos, las reliquias y la historia de nuestros adulterios, de nuestros incestos, de nuestra lujuria, de nuestras pasiones criminales, de nuestras depredaciones y perversidades. Y para acabar de coronar nuestros errores, hemos elevado el triunfo del vicio hasta el cielo, convirtiéndolo en sede de nuestros crímenes”.
Hemisferio Austral con el firmamento cristianizado.
Esta representación del firmamento cristianizado ésta basada en un original de Julius Schiller (Augburgo 1627), para quien iba contra la fe “dar a las estrellas nombres de espíritus malignos, de animales y de hombres impíos”, puesto que en la Biblia se dice: “Los sabios brillarán con el esplendor del firmamento, y los que enseñaron la justicia brillaran por siempre, eternamente, como las estrellas” (Daniel 12,3).
La Osa Menor se ha convertido en el arcángel San Miguel, la Osa Mayor en la barca de San Pedro, y la constelación de Andrómeda ha pasado a ser la tumba de Cristo.
Aspectos astrológicos entre los planetas, tales como la oposición, conjunción, etc.
Representación del mundo según Tycho Brahe.
No hay comentarios:
Publicar un comentario