EN ESPAÑA SIEMPRE CON JET LAG
Jornadas de trabajo maratonianas, baja
productividad laboral, comidas y cenas tardías respecto al resto de Europa,
menos tiempo para la vida personal y el descanso, problemas de conciliación
familiar... Son las consecuencias que, según el informe que aprobado hoy en la Comisión de Igualdad en
el Congreso de los Diputados, se derivan del sistema de horarios irracional que
padece España. Una incongruencia que se remonta a 1942, cuando el país abandonó
el huso horario que le corresponde, el mismo que Portugal y Reino Unido, para
alinearse con el de Europa central. El documento consensuado por los grupos
parlamentarios recomienda al Gobierno que estudie la posibilidad de retrasar el
reloj 60 minutos para armonizar el horario español con el de los países
vecinos.
El informe sostiene que volver al huso
europeo occidental ayudaría a corregir este desajuste. “Vivimos en un jet lag permanente. Como nuestra hora oficial
no se corresponde con la hora solar, nuestras costumbres están alteradas”,
explica Nuria Chinchilla, directora del Centro Internacional Trabajo y Familia
de la escuela de negocios IESE y una de las expertas que ha participado en su
elaboración.
En 1884 se celebró en Washington una conferencia internacional para
establecer una medida del día universal, de manera que el mediodía oficial se
aproximara todo lo posible al mediodía solar, es decir, el momento en el que el
astro se sitúa en el punto más alto sobre el horizonte sur. Desde ese momento,
el meridiano de Greenwich quedó fijado como referencia para establecer los
husos horarios en todo el mundo. España se ubicó en el huso europeo occidental,
el mismo que Portugal, Reino Unido y Francia, con una hora de diferencia
respecto a los países de Europa central. Pero en 1942, en plena Segunda Guerra
Mundial, Alemania impuso el huso central a Francia y, en paralelo, Reino Unido,
Portugal y España decidieron atrasar también sus relojes por diversas razones
bélicas. Mientras que Londres lo hizo para evitar confusiones de horarios con
sus aliados, Franco lo decidió como gesto de simpatía hacia Hitler.
En 1945, al terminar la guerra, tanto Gran Bretaña como Portugal
volvieron al huso horario occidental, el que les corresponde según el meridiano
de Greenwich, pero no así Francia ni España.
Francia decidió no hacerlo porque una gran parte de su territorio se
sitúa en el huso central, mientras que España no cambió simplemente porque
Franco decidió no hacerlo, pese a que la inmensa mayoría de la Península está
ubicada geográficamente en el huso occidental —el meridiano de Greenwich pasa
también por Castellón—. “Un gran error histórico que explica en parte por qué
en este país se come y se cena más tarde que en el resto de Europa. Según la
hora oficial, almorzamos sobre las dos de la tarde y cenamos a las nueve de la
noche, pero según la hora solar lo hacemos como el resto de los europeos: a la
una y a las ocho”, explica Chinchilla.
Vivir por delante de la hora solar tiene, según esta experta,
cosecuencias nefastas en la calidad de vida de los españoles. “Porque si
comemos a las dos y cenamos a las nueve, deberíamos empezar a trabajar a las
diez de la mañana. Eso sería lo lógico. Pero no lo hacemos, sino que empezamos
temprano y alargamos la mañana demasiado, con lo que hay que hacer una pausa
para tomar algo para aguantar hasta la hora del almuerzo. Así perdemos tiempo y
por la tarde hay que hacer más horas”, razona.
¿Y qué pasaría con Canarias? El Gobierno insular puso el grito en el
cielo al conocer el informe por temor a perder la coletilla de “una hora menos
en Canarias”. “Al desaparecer la diferencia horaria, también perderíamos
nuestra constante presencia en todos los medios de comunicación peninsulares,
con lo que esto supone en tanto presencia de la marca Canarias. ¿Cuánto vale en
términos publicitarios que se nos cite cuando en los medios peninsulares se da
la hora?”, se preguntaba la semana el presidente canario, Paulino Rivero. Pero
Chinchilla resuelve: “No la perderían. En Canarias siempre será una hora menos
porque está situada en otra zona horaria más occidental”.
Retrasar los relojes es una medida de coste cero, subraya la profesora
Chinchilla, aunque reconoce que por sí sola no basta. “Para que sea efectiva,
tienen que cambiar también los horarios de trabajo. Fomentar la jornada
continua, suprimir el descanso del desayuno y, sobre todo, hacer una parada
como máximo de una hora para comer. Según mis estudios, con eso ganaríamos una
hora y media para nuestra vida personal”, apunta.
Pero cambiar las costumbres horarias no es tan fácil como retrasar el
reloj. “Para eso no bastan las acciones aisladas, y así lo recoge el informe
del Congreso. Hay que introducir todo tipo de medidas para fomentar el cambio.
Por ejemplo, establecer beneficios fiscales o dar más puntos en los concursos
públicos a las empresas con horarios flexibles y planes de conciliación,
intervenir en los horarios escolares o igualar los permisos de maternidad y
paternidad”, comenta Lourdes Ciuró, diputada de CiU y miembro de la subcomisión
que ha elaborado el documento.
Ignacio Buqueras, presidente de la Comisión
Nacional para la Racionalización de Horarios Españoles(ARHOE), lleva
una década en la batalla, intentando que las Administraciones y las empresas
implanten medidas de este tipo. “Estamos más cerca que nunca de empezar a ver
resultados, pero no hay que bajar la guardia. Legislar es necesario, pero
también hay que hacer que se cumplan esas normas, algo que no siempre ocurre.
Solo hay que mirar a los ministerios: prácticamente en ninguno se cumple la
política de luces apagadas a las seis de la tarde que implantó Jordi Sevilla en
2005”, advierte.
El presidente de ARHOE apunta también al importante papel de las grandes
empresas en el proceso de cambio. “Si las compañías más grandes se convencen de
que cambiar los horarios no solo no es perjudicial sino que aumenta el
rendimiento de los trabajadores, arrastrarán al resto en ese cambio. Y eso ya
se lo estamos demostrando con datos porque algunas ya lo están haciendo. Por
ejemplo, Iberdrola implantó un plan en 2007 y desde entonces ha mejorado su
productividad y ha reducido gastos”, afirma.
Ángel Largo, director de la asesoría de recursos humanos Solutio, incide
en la importancia de los grandes grupos en el cambio de costumbres. “Hace 20
años casi todo el mundo trabajaba los viernes por la tarde. Muchos empresarios
decían que no podían cerrar a mediodía porque sus clientes seguían abiertos.
Cuando las grandes empezaron a cerrar, el resto fue detrás”, recuerda. Largo
cree que la flexibilidad horaria es la medida más eficaz a corto plazo. “Muchas
compañías ya lo están haciendo. Ponen franjas de dos horas para entrar y salir
y cada trabajador elige la que más le conviene”, comenta.
Buqueras insiste en que la racionalización de los horarios es una tarea
en la que debe implicarse toda la sociedad. “Empezando por los medios de
comunicación. Hace tiempo que estamos en conversaciones con las televisiones
para adelantar el prime time de las cadenas. Esto es importantísimo y así lo
recoge el propio informe del Congreso entre sus recomendaciones”, revela. Según
cálculos de ARHOE, el 90% de los programas terminan más tarde de las 23.30
horas y el 55%, después de la medianoche. “Las cadenas están abiertas a
estudiar cambios en su parrilla de programas, pero alegan que si los horarios
laborales no cambian, no pueden adelantar la emisión de sus programas estrella
porque muchos trabajadores no llegarían a tiempo de verlos”, explica Ignacio
Buqueras.
Es un círculo vicioso. “En el resto de Europa prácticamente todas las
empresas están cerradas a las seis de la tarde, con lo que el prime time puede
empezar a las ocho. Pero en España, a esa hora solo está en casa el 50% de la
población, y hay que esperar a las 10 de la noche para encontrar al 80% en sus
viviendas”, señala Carlos Angulo, investigador del Instituto Nacional de
Estadística (INE).
Angulo, responsable de la encuesta de empleo del tiempo que periódicamente realiza el INE
entre la población española, considera que es muy difícil intervenir en las
costumbres sociales. “Los usos del tiempo evolucionan muy lentamente. Se puede
comprobar analizando las dos últimas encuestas que hemos hecho en esta área, la
última 2009-2010 y la anterior en 2002-2003. Entre una y otra, pese a las
medidas de conciliación y otras iniciativas que se pusieron en marcha en esos
años, prácticamente no ha cambiado nada. Únicamente se observa que los hombres
dedican un poco más de tiempo al hogar, pero no porque se concilie más, sino
porque ha disminuido el tiempo de trabajo por la crisis”.
“El cambio inducido desde las leyes no garantiza el cambio real, pero sí
puede propiciarlo”, opina la socióloga María Ángeles Durán, investigadora del
Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC). “No veo difícil que se
atrasen o adelanten los relojes, ya lo estamos haciendo dos veces al año sin
grandes problemas. Más difícil que el horario es el contenido, o sea, el uso y
distribución del tiempo, que por ahora es muy diferente en España para mujeres
y hombres. Para que facilite de modo importante la conciliación y la igualdad,
ese cambio administrativo tiene que ir acompañado de campañas de
sensibilización y de creación de servicios que reemplacen lo que se quiere
suprimir”, añade.
Durán advierte de que en este proceso no todo puede basarse en los
horarios laborales. “No se puede olvidar que la socialidad —el tiempo que se
pasa o comparte con amigos y familiares— es un valor importante de la cultura
española, y que en los indicadores de bienestar personal este país está mejor
que la mayoría de los europeos a pesar de todos los otros indicadores desventajosos”,
apunta.
¿Quiere eso decir que, en el fondo, en España se vive mejor pese a sus
horarios irracionales? “En realidad, no sabemos qué es mejor en términos de
calidad de vida. Tenemos, por un lado, el indicador de los horarios laborales,
que marcan los ritmos diarios y efectivamente dejan poco espacio para la vida
personal. Pero también es verdad que la organización de los tiempos no solo
responde a los ritmos del trabajo, sino a patrones culturales. Por ejemplo, en
España aún es posible comer en familia, sobre todo en ciudades pequeñas,
mientras que en los países vecinos es mucho más difícil. Y comer en casa o en
familia es un indicador de bienestar”, explica Juan José Lorenzo Castiñeiras,
sociólogo investigador de la Universidad de Santiago de Compostela.
Lorenzo Castiñeiras cree que, además de las grandes acciones que pueda impulsar el Gobierno, no hay que olvidar otras medidas indirectas que inciden en la conciliación y el bienestar de la población. “Por ejemplo, reducir el tiempo que duran los desplazamientos en las grandes ciudades fomentando el transporte público. Si nos olvidamos de estas pequeñas cosas, no conseguiremos mejorar nuestra calidad de vida”, sugiere.
Fuente:http://www.rescateespana.es/2013/09/26/el-pais-en-espana-siempre-con-jet-lag/