El gran ajedrez: La alianza chino-rusa,
desafío a las ambiciones de Estados Unidos en
Eurasia
by Mahdi Darius Nazemroaya
El presente artículo es una versión abreviada de «The
Sino-Russian Alliance: Challenging America’s Ambitions in Eurasia»,
publicado por el Center
for Research on Globalization.
Como anunciara Zbigniew Brzezinski, la estrategia euroasiática de Estados
Unidos provocó como respuesta un acercamiento entre Rusia y China. Aunque todo
está concebido para minimizar la importancia de los tratados concluidos entre
ambas, las dos grandes potencias continentales están construyendo una verdadera
alianza militar frente a la coalición anglosajona y sus aliados. Mahdi Darius
Nazemroava devela los verdaderos objetivos de la Organización de Cooperación de
Shangai (OCS) y de la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva (OTSC).
El gran ajedrez: La alianza chino-rusa, desafío a
las ambiciones de Estados Unidos en Eurasia
Según la tercera ley de Newton sobre el movimiento «toda acción provoca una
reacción igual y en sentido opuesto». Esta ley es aplicable a las ciencias
sociales, sobre todo cuando se trata de las relaciones sociales y de
geopolítica.
La alianza Estados Unidos-Reino Unido se ha embarcado en un gran proyecto
por el control de los recursos energéticos mundiales. Sus acciones han
provocado una serie de reacciones complejas, desembocando en la creación de una
coalición euroasiática que se prepara para desafiar al eje anglosajón.
El cerco de Rusia y China, fracaso de las
ambiciones globaes anglosajonas
«Asistimos hoy a un uso extremo, casi sin freno, de la fuerza militar en
las relaciones internacionales, fuerza que sume al mundo en un abismo de
conflictos permanentes. El resultado de ello es que no tenemos suficiente
fuerza para encontrar una solución global a ninguno de esos conflictos. También
se hace imposible llegar a un arreglo político. Observamos un desprecio cada
vez mayor por el derecho internacional. Y las normas legales independientes se
aproximan en realidad al sistema jurídico de un solo país. Un país, Estados
Unidos, ha desbordado sus fronteras nacionales en todos los sentidos.»
Vladimir Putin en la Conférencia de Munich sobre la política de seguridad
Lo que los dirigentes y altos responsables estadounidenses llaman «nuevo
orden mundial» es lo que rusos y chinos consideran un «mundo unipolar». Es la
visión, o la alucinación, según cómo se miren las cosas, que venido a allanar
el abismo entre Pekín y Moscú.
China y Rusia están muy concientes de que son los blancos de la alianza
anglosajona. Su temor común a verse cercadas las ha llevado a acercarse una a
la otra. No fue por casualidad que, el mismo año en que la OTAN bombardeaba
Yugoslavia, el presidente chino Jiang Zemin y el presidente ruso Boris Yeltsin
hicieron una declaración común durante una histórica cumbre, en diciembre de
1999, que reveló que China y la Federación Rusa iban a unir sus fuerzas para
oponerse al «nuevo orden mundial». En realidad, las bases de aquella
declaración habían sido establecidas en 1996, cuando ambas partes expresaron su
oposición a la imposición de la hegemonía mundial de un solo Estado.
Tanto Jiang Zemin como Boris Yeltsin declararon que todos los Estados
naciones debían ser tratados de la misma manera, gozar de seguridad, respetar
la soberanía de los demás y, ante todo, no inmiscuirse en los asuntos internos
de los demás Estados. Estas palabras iban dirigidas al gobierno estadounidense
y sus aliados.
Balkanizar a Rusia y a China
Los chinos y los rusos pedían además el establecimiento de un orden
económico y político mundial más equitativo. Indicaron que Estados Unidos
apoyaba movimientos separatistas en ambos países y subrayaron los esfuerzos de
los estadounidenses por balkanizar y finlandizar a los países de Eurasia.
Estadounidenses influyentes, como Zbigniew Brzezinski, ya habían defendido
la idea de una descentralización y finalmente de una división de la Federación
Rusa.
Chinos y rusos publicaron una declaración en la que afirmaban que la
instalación de un escudo internacional antisimiles y la violación del Tratado
ABM sobre la limitación de los sistemas de misiles antimisiles
desestabilizarían y polarizarían el mundo. En 1999 estaban concientes de lo que
se estaba preparando y de la dirección tomada por Estados Unidos. En junio de
2002, menos de un año antes del desencadenamiento de la «guerra global contra
el terrorismo», George W. Bush anunció que Estados Unidos se retiraba del
Tratado ABM.
El 24 de julio de 2001, menos de un mes antes del 11 de septiembre, China y
Rusia firmaron el Tratado de Buena Vecindad, de Amistad y de Cooperación. Se
trataba de un pacto –formulado en términos moderados– de defensa mutua contra
Estados Unidos, la OTAN y la alianza militar asiática, apoyada por Estados
Unidos, que cerca a China.
El pacto militar de la Organización de Cooperación de Shangai (OCS) está
formulado de la misma forma. Conviene señalar también que el artículo 12 del
Tratado Bilateral Chino-Ruso de 2001 estipula que China y Rusia colaborarán
para mantener el equilibrio mundial, respetar «los acuerdos fundamentales
relativos a la preservación y el mantenimiento de la estabilidad estratégica» y
estimular «el proceso de desarme nuclear». Al parecer se trata, en este caso, de
una alusión a la amenaza nuclear que representa Estados Unidos.
Organización de cooperación de Shanghai (OCS)
En azul : países
miembros, en verde : países observadores.
Cumbre de la de OCS 2006. De izquierda a
derecha:
Islam Karimov (Uzbekistán), Vladimir Putin (Rusia)
, Hu Jintao (
Emomali Rakhmonov (Tadjikistán).
«Una coalición
chino-ruso-iraní»
para cerrarle el paso a Estados Unidos y al Reino Unido
Como reacción ante los esfuerzos anglosajones tendientes a cercar y
finalmente a desmantelar China y Rusia, Moscú y Pekín unieron sus fuerzas y la
OCS evolucionó poco a poco para convertirse en una poderosa entidad
internacional en pleno corazón de Eurasia.
Los principales objetivos de la OCC son de carácter defensivo. Sus
objetivos económicos son integrar y unir las economías euroasiáticas ante los
ataques y las manipulaciones de la «trilateral» Estados Unidos-Europa
Occidental-Japón, que controla una parte importante de la economía global.
La carta de la OCS fue creada también, siguiendo la jerga de la seguridad
nacional occidental, con el fin de luchar contra «el terrorismo, el separatismo
y el extremismo». Las actividades terroristas, los movimientos separatistas y
los movimientos extremistas de Rusia, China y Asia Central gozan todos
tradicionalmente con el financiamiento, las armas y el apoyo clandestino de los
gobiernos británico y estadounidense. Varios movimientos separatistas y
extremistas que han desestabilizado países miembros de la OCS tienen incluso
oficinas en Londres.
Irán, la India, Pakistán y Mongolia son miembros observadores de la OCS. El
status de observador de Irán es engañoso ya que ese país es miembro de facto.
Dicho status tiene como objetivo ocultar la naturaleza de la cooperación
trilateral entre Irán, Rusia y China, de manera que la OCS no pueda ser
demonizada atribuyéndole la categoría de organización militar «antiamericana» y
«antioccidental».
Los objetivos declarados de China y Rusia consisten en garantizar la
continuidad de un «mundo multipolar». En su libro The Grand Chessboard, American Primacy and Its Geostrategic Imperatives publicado en
1997, Brzezinski advertía en contra de «la creación o el surgimiento de una
coalición euroasiática» que «pudiera finalmente tratar de desafiar la
supremacía americana». Brzezinski designaba esta potencial
coalición euroasiática bajo la apelación de «alianza antihegemónica» y estimaba
que estaría conformada «por una coalición chino-ruso-iraní» y que su columna
central sería China. Se trata de la OCS y de varios gobiernos
eurasiáticos vinculados a ella.
Brzezinski
advierte
sobre una coalición chino-ruso-iraní
En 1993, Brzezinski escribía: «Al evaluar las futuras opciones de China,
hay que tener en cuenta también la posibilidad de que una China económicamente
próspera y políticamente segura de sí misma –pero que se sienta excluida del
sistema global y decida convertirse a la vez en defensora y líder de los
Estados desposeídos del mundo– decida representar no sólo un desafío doctrinal
evidente sino también un poderoso desafío geopolítico para el mundo trilateral
dominante [Estados Unidos, Europa Occidental y Japón].»
Brzezinski lanza una advertencia: «La respuesta de Pekín al cuestionamiento
del statu quo global pudiera ser la creación de una coalición
chino-rusa-iraní»: «Para los estrategas chinos, ante la coalición trilateral
Estados Unidos-Europa-Japón, la respuesta geopolítica más eficaz bien pudiera
consistir en tratar de crear una triple alianza que asociara a China con Irán
en la región del Golfo Pérsico y con Rusia en la zona de la ex Unión Soviética
[y de Europa Oriental]». Brzezinski prosigue diciendo que la
coalición chino-ruso-iraní, que el llama «coalición antiestablishment», podría
ser un poderoso imán para otros Estados [por ejemplo, Venezuela] descontentos
con el statu quo [global].
Brzezinski escribía además, en 1997, que «la tarea más urgente [para
Estados Unidos] era garantizar que ningún Estado o grupo de Estados pueda
adquirir la capacidad necesaria para expulsar a Estados Unidos de Eurasia o por
lo menos reducir considerablemente su decisivo papel de árbitro.». Es posible que sus advertencias hayan caído
en el olvido ya que Estados Unidos fue desalojado de Asia Central y sus fuerzas
armadas fueron expulsadas de Uzbekistán y de Tadjikistán.
Fracaso de las
«revoluciones de terciopelo» en Asia Central
Asia Central ha sido objeto de varios intentos de cambio de régimen,
intentos que gozaron del apoyo de británicos y estadounidenses. Estas
tentativas estaban caracterizadas como revoluciones de terciopelo similares a
la «Revolución naranja» de Ucrania y a la «Revolución de las rosas» de Georgia.
Estos movimientos financiados por Estados Unidos fracasaron en Asia Central,
con excepción de Kirguizistán donde la «Revolución de los tulipanes» fue
parcialmente exitosa.
Como consecuencia, el gobierno estadounidense sufrió importantes reveses en
Asia Central. Todos los dirigentes de la región se distanciaron de Washington.
Rusia e Irán también han obtenido mercados energéticos en la región. Los
esfuerzos que Estados Unidos realizó durante décadas por desempeñar un papel
hegemónico en Asia Central fueron al parecer barridos de la noche a la mañana.
Fracasaron las revoluciones de terciopelo que apoyara Washington. Las
relaciones con Uzbekistán no se vieron entonces particularmente afectadas.
Uzbekistán se encuentra bajo la dirección del muy autoritario presidente
Islam Karimov. A partir de mediados de los años 1990, este fue incitado a
unirse a la alianza anglosajona y a la OTAN. Cuando trataron de asesinarlo,
Karimov sospechó que el Kremlin había tratado de eliminarlo a causa de su
política independiente. Esto llevó a Uzbekistán a salir de la Organización del
Tratado de Seguridad Colectiva (OTSC). Pero al cabo de varios años, Islam
Karimov cambió de opinión en cuanto quién había tratado de eliminarlo.
Organización del Tratado de Seguridad Colectiva (OTSC)
En violeta :
países miembros, en amarillo : miembros anteriores
Según Brzezinski, Uzbekistán era un obstáculo importante para todo nuevo
intento de Rusia por tratar de controlar el Asia Central y era prácticamente
insensible a las presiones rusas. Es por ello que le parecía importante
convertir Uzbekistán en un protectorado estadounidense en Asia Central.
Uzbekistán cuenta con las fuerzas armadas más importantes de Asia Central.
En 1998, estas realizaron maniobras con las tropas de la OTAN. El país se
militarizaba considerablemente, siguiendo el ejemplo de Georgia, en el Cáucaso.
Estados Unidos le prestó una ayuda financiera muy importante, para desafiar al
Kremlin en Asia Central. Y participó en el entrenamiento de las fuerzas armadas
uzbecas.
Al desencadenar la «guerra global contra el terrorismo», en 2001,
Uzbekistán, aliado de los anglosajones, ofreció inmediatamente a Estados Unidos
bases e instalaciones militares en Karshi-Khanabad.
Los dirigentes del país sabían ya adonde conduciría esta «guerra». Para
desesperación del gobierno de Bush junior, el presidente uzbeco formuló
entonces una política independiente. La luna de miel entre Uzbekistán y la
alianza anglosajona llegó a su fin cuando Washington y Londres concibieron el posible
derrocamiento de Karimov, que les parecía ya demasiado independiente. Sus
intentos fracasaron, lo cual dio lugar a una modificación de las alianzas
geopolíticas.
Los trágicos acontecimientos de Andizan, acaecidos el 13 de mayo de 2005,
determinaron la ruptura con la alianza anglosajona. La población de la ciudad
de Andizan fue incitada a enfrentarse a las autoridades de Uzbekistán, lo cual
dio lugar a que las fuerzas de seguridad desataran una violenta represión, con
saldo de numerosos muertos entre los manifestantes. Al parecer, grupos armados
estuvieron implicados. Los medios de difusión estadounidenses, británicos y
europeos insistieron en las violaciones de los derechos humanos, sin mencionar
el papel clandestino que había desempeñado la alianza anglosajona. Uzbekistán
consideró responsables a Estados Unidos y Gran Bretaña, acusándolos de haber
fomentado la rebelión.
M.K. Bhadrakumar, ex embajador de la India en Uzbekistán (de 1995 a 1998),
reveló que el Hezbut Tahrir (HT) fue uno de los partidos acusados por el
gobierno uzbeco de haber azuzado a la muchedumbre en Andizan. Ya en aquel entonces, dicha agrupación
venía desestabilizando Uzbekistán y recurriendo a la violencia. Su cuartel
general estaba en Londres y gozaba del apoyo de los británicos. Londres era el
centro a partir del cual se movían numerosas organizaciones similares al
servicio de los intereses anglosajones en diferentes países, como Irán y Sudán,
mediante campañas de desestabilización. Uzbekistán comenzó incluso a tomar
medidas autoritarias contra las ONGs después de los trágicos acontecimientos de
Andizan.
La alianza anglosajona aplicó una mala estrategia en Asia Central.
Uzbekistán salió oficialmente del GUUAM, grupo dirigido contra Rusia con apoyo
de EE.UU. y de la OTAN. El 24 de mayo de 2005, el GUUAM se convirtió de nuevo
en GUAM (Georgia, Ucrania, Azerbaiján y Moldavia).
El 29 de julio de 2005, los soldados estadounidenses recibieron la orden de
salir de Uzbekistán en un plazo de 6 meses. Se les hizo saber a los estadounidenses que
se habían convertido en indeseables, en Uzbekistán y en Asia Central. Rusia,
China y la OCS se asociaron al pedido de Uzbekistán. Estados Unidos abandonó su
base en noviembre de 2005.
El 26 de junio de 2006, Uzbekistán volvió a la Organización del Tratado de
Seguridad Colectiva (CSTO) y se realineó nuevamente junto a Moscú. El
presidente uzbeco se convirtió, junto con Irán, en ferviente partidario de la
idea de sacar totalmente a Estados Unidos del Asia Central. En cambio, Kirguizistán ha continuado
permitiendo que Estados Unidos utilice la base aérea de Manas, aunque con
restricciones y en medio de un clima precario. El gobierno de ese país precisó
que no tolerará la utilización de su territorio para la realización de
operaciones militares contra Irán.
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