Rafael
Lafuente, fue un gran astrólogo andaluz, que cobró mucha notoriedad en las
postrimerías del franquismo, a raíz de su gran acierto predictivo: La Crisis
del Petróleo de Octubre de 1973.
Don
Rafael, quien recuerdo prefería llamarse futurólogo, tal vez llevado por el
desprestigio que soportaba el término "astrólogo", en aquellos años
últimos del franquismo, había conocido al mismísimo Krafft, el célebre
astrólogo personal de Hitler, en la embajada española en Berlín, donde Rafael
con veintitantos años, y llevado por su curiosidad por la tecnología productiva
Alemana, había logrado un puesto de trabajo de la forma más rocambolesca. Como
decía ambos cultivaron la amistad y Krafft le inicio en la Astrología, claro
que esto fue años antes de su caída en desgracia, cuando Hitler lo recluyó
junto con otros colegas astrólogos en campos de concentración donde, como había
predicho el mismo Krafft, encontraría su muerte.
A Rafael
Lafuente muchos, los mas mayores, le recordaréis en sus apariciones de
principios de cada año en televisión, donde solía hacer un poco de prospectiva
del periodo anual que se iniciaba, con su extravagante melena blanca era la
imagen de un uraniano, no por casualidad había nacido un 13 de febrero de 1914
con una buena acumulación de planetas en acuario: Sol Venus Júpiter y Urano. Algunos
lo recordareis tal vez, cuando anticipó el día de su propia muerte. El bueno de
don Rafael ahí se equivocó, aunque estuvo cerca....,. Acabó el día predicho en
el hospital, pero sobrevivió............
A
continuación les transcribo la predicción que publicó en la prensa Rafael
Lafuente. La verdad es que resulta bastante impresionante, aunque ya sabemos
que en España nadie es "profeta en su tierra". Si este astrólogo
hubiese sido francés actualmente seria muchísimo más valorado y
reconocido.......
Desgraciadamente
es una constante en la historia de España, y la gente valiosa al final huye de
aquí....
Ahí va la
predicción que hizo:
Hablemos. Pero hablemos años antes de que pueda materializarse en el
tiempo y en la Historia lo que el imaginario cronista anticipa en la precedente
fantasía futurológica. Hablemos con la realista machaconería que el caso se
merece. No fue fantasía (aunque entonces pudo parecerlo a muchos) lo que yo
solía publicar sobre la crisis de la energía y la subsiguiente crisis económica
años antes de que sus vacas flacas invadieran los prados del triunfalismo
tecnocrático. Lo que anticipé entonces desde la tribuna del conferenciante y
desde las páginas de «Pueblo» y «Sol de España», es ya historia pasada.
Compruébelo el lector, si quiere:
«Los optimismos triunfalistas sufrirán en 1973 una embarazosa recesión. A
Occidente le espera en 1973 un amago de infarto que evidenciará la
vulnerabilidad de la civilización tecnológica y del capitalismo. Ruego al lector
tome nota de esta predicción mía y no la olvide, digan lo que digan nuestros
vigías oficiales del futuro. Nuestros planificadores sólo pueden prever lo que
es racionalmente previsible, pues en las universidades no se enseñan las
técnicas que a mí me permiten prever lo imprevisible, lo insospechable, lo
insólito con un margen de error no superior al promedio de errores que puede
cometer un médico, un ingeniero y no digamos un político. En 1973, Occidente
(España incluida) tendrá que apretarse el cinturón. Ya en 1972 algunos países
del Tercer Mundo productores de materias primas exigirán un alto precio por
esas materias. Después, en 1973, la incipiente escasez de ciertos productos
básicos se verá agravada por ese amago de infarto mundial, PRECIPITADO QUIZÁ
POR UN CONFLICTO BÉLICO. La mecha soterrada pasa por las pirámides de Egipto,
por el Sinaí, por el Eufrates y por otros puntos que conocemos los iniciados, y
estropeará no pocas cenas de Baltasar. En 1973, los gobiernos de los países
ricos impondrán severas medidas de restricción del consumo/Frente al socialismo
de Jauja acabará imponiéndose el socialismo del Desastre. Habrán de ser
revisados todos los planteamientos triunfalistas...»
Los políticos que por aquellas calendas eran ministros u ostentaban altos
cargos en la política o la Administración fueron tímidamente bombardeados por
quien esto escribe con cartas en las que solicitaba humildemente «me diesen una
oportunidad de poder explicar, ante un auditorio idóneo, mis temores acerca de
futuros acontecimientos mundiales y acerca también de los GRAVES SUCESOS
NACIONALES que iban a acaecer en España al final de diciembre de 1973».
El 20 de diciembre de ese año, confirmada por la realidad mi predicción
sobre las vacas flacas que nos traería la guerra del Oriente Medio, era
asesinado en Madrid el almirante Carrero Blanco.
Algunos de los personajes que habían desoído las súplicas del futurólogo
para que lo tomaran en serio, creyeron en él a partir de entonces.
Referente a su amistad con Krafft y al año que pasó en Alemania nos
cuenta su experiencia en primera persona en los fragmentos que a continuación
extraigo de algunos de sus libros hoy perdidos en el olvido……
Durante la
Segunda Guerra Mundial viví un año en Berlín, en cuya embajada española
desempeñé funciones de inspector de las condiciones de trabajo de los obreros
españoles empleados en la industria alemana. Una de las razones que me
animaron a solicitar aquel puesto fue mi deseo de husmear en las instalaciones
industriales del III Reich e indagar si, como yo sospechaba, los
científicos alemanes trabajaban en un proyecto de fabricación de bombas nucleares.
Mi pasajera condición de diplomático y el cargo específico que me fue asignado,
me permitían viajar por todo el territorio alemán, y moverme, con cierta
libertad, en el ámbito industrial de la Alemania nazi. Mis indagaciones
resultaron baldías. Pero mi fracaso en este campo se vio compensado por mi
encuentro casual con un gran astrólogo suizo que había prestado algunos servicios
al Ministerio de Propaganda. Se llamaba Kraft y gozaba de gran prestigio en su
país, hasta el punto que Carl Jung le había consultado varias veces, más con
fines puramente científicos que con ánimo de conocer su propio porvenir. Kraft
y yo simpatizamos desde el primer momento y mantuvimos una cordial aunque corta
amistad, pues él, como otros muchos astrólogos residentes en Alemania, fueron
cogidos en una amplia redada y acabaron sus vidas en un campo de concentración.
Pocos días
antes de nuestra separación, Kraft me reveló que había estudiado a fondo el
tema astrológico del Führer y del Tercer Reich, y estaba seguro de que el
dictador moriría en la primavera de 1945, y que Alemania perdería la guerra. De
retorno a España, cuando la realidad confirmó el vaticinio de mi desdichado
amigo, pensé que valía la pena estudiar a fondo los métodos gracias a los
cuales el astrólogo suizo había logrado detectar la fecha de la muerte de
Hitler. Pensé que, a pesar del menosprecio que los sabios oficiales mostraban
hacia la Astrología, .si ésta servía para lograr tan sorprendentes atisbos futuristas,
la Astrología no era ninguna tontería. Los tontos eran los científicos que la
condenaban como una creencia supersticiosa, sin tomarse la sabia molestia de
enterarse bien de las posibilidades reales de la vieja ciencia de las
estrellas.
En uno de
mis anteriores libros he contado lo que me ocurrió poco tiempo después de mi
retorno a España. Dedicaré unas líneas a aquellos episodios.
Convencido, aún antes de volver de Alemania, de que el
III Reich perdería
la guerra, traté de persuadir a los gobernantes franquistas sobre la conveniencia
de retirar la División Azul del frente ruso e iniciar negociaciones amistosas
con Gran Bretaña y Norteamérica. Un decreto de Franco me había otorgado el
cargo de Jefe Nacional de la Obra Lucha Contra el Paro. Mi excelente posición
política me permitía presionar fácilmente sobre los altos jerarcas de Madrid
en el sentido de liberar a España, dentro de lo posible, de las consecuencias
de la derrota de nuestros amigos los países del Eje. Mis esfuerzos en pro de un
sensato cambio de política cayeron muy mal a la Vieja Guardia de Falange. Y un
día, un fanático camisa vieja me arrojó una granada de mano. Quedé mal herido.
Y desde aquel día no quise saber más de la política. Chocantemente, siempre
que he intentado ser útil a mi país he acabado sintiéndome asqueado de una
España o de la otra. Aquel atentado fue el punto de partida de mi decisión de
romper con aquella sociedad y abrazar la vida pintoresca y arriscada del
gitano errante. Entonces, como ahora, he preferido siempre pasar hambre de pié
que comer de rodillas.
— ¿Cuánto
tiempo estuviste en la Legión?
Muy pocas
semanas. Porque en la Legión, como yo hablaba varios idiomas, no querían
mandarme al frente sino utilizarme en la retaguardia. Escribía a máquina bien.
Esas cosas. Podía ser una amanuense. Y decepcionado porque yo lo que quería era
pegar tiros, pues hice un cursillo y salí con grado de alférez. Al terminar la
guerra me ofrecieron un cargo político y lo acepté. Después otro, y acepté. Así
fui en poco tiempo, no escalando, sino dejándome subir a una serie de peldaños
políticos. Tuve varios cargos en Madrid, pero yo no servía para la política.
Le pedí al ministro Arrese que me mandara a Alemania.
— ¿Qué año
era?
—Esto era en el año 1941.
—Perdón.
¿Por qué te interesaba la Alemania del 41?
—Mucho. Me interesaba en tres sentidos. Uno,
porque me intrigaba lo que entonces ya era un mito, aceptado universalmente
dentro del área dictatorial (Italia, España tal y tal) la idea de que pudiera
ser Hitler el superhombre, el que lograra encarrilar el futuro de la civilización
por cauces que no fueran todavía lo que se llamaba consumismo, pero que yo había
denunciado ya en el año 35, en mis conferencias, de que el hombre se
convirtiera en un esclavo de las cosas, de los objetos.
—Yo he
leído algunas de tus denuncias contra la sociedad de consumo y acabas de dar
fecha precisa de cuando iniciaste esa campaña...
—Sí, en el
verano del 35.
—Entonces
llegas a esa Alemania muy extraña...
Yo estaba
intrigado por saber si sería realmente Hitler la salida. Había dos fuerzas: Sión
y Roma. ¿Sería ésta la tercera fuerza? Al llegar allí a Berlín el azar me puso
en contacto con un alemán muy aficionado a la astrología que me presentó a un
famoso astrólogo: Kraft. Había realizado una serie de investigaciones en el
campo de la astrología guiado por una idea rigurosamente científica, había
estado muy cerca de Jung. Jung, quien había formulado esa frase clave, que se
repite muchísimo, que es «Todo lo que nace o se hace en un momento determinado
participa de las cualidades de ese momento». Pero Jung, para no perder la
respetabilidad científica, no quiso ir muy lejos en la exposición sincera de
sus ideas o premoniciones en este campo de cosas, aunque se interesaba
vivamente por la astrología.
—Sigamos
en el recuento de tu vida.
—La cosa
bonita que iba a contar es la siguiente. Mi experiencia en Alemania dura
un año. Me relaciono con muchos astrólogos de allí y aprendo mucho. Pero en esto
los astrólogos empiezan a desaparecer. Me quedo sin este tipo de amigos.
—Sin
embargo se ha dicho que Hitler tenía astrólogos entre sus asesores.
—Eso es mentira. Lo único que puedo decir yo, porque lo he vivido, es que
numerosos astrólogos fueron apresados por la Gestapo y enviados a campos de
concentración donde murieron casi todos. Y esto ocurrió cuando empezaron los
reveses. A raíz de Stalingrado.
—Hasta
hubo una versión de que los ingleses, que no creían en la astrología, se
asesoraban con astrólogos con el solo objeto de sopesar que le podían estar
aconsejado a Hitler.
—Esto lo
inventó De Wohl, un astrólogo holandés que trabajaba para el Intelligence
Service. A él se le ocurrió esa excelente idea para advertir a los ingleses
cuando vendría un ataque porque los astrólogos le dirían a Hitler «este es el
momento propicio». Quienes sentían mucho respeto por la astrología eran Hess y
Rosemberg. Pero cuándo los astrólogos empezaron a anunciar cosas malas se hizo
una redada de astrólogos y fueron enviados a campos de concentración. Hitler
creía en los astrólogos en tanto estos levantaban la moral de las gentes.
—Un medio
de propaganda.
—Sí, el ministro de Propaganda falsificó, valiéndose
de Kraft, el texto original de las profecías de Nostradamus. Introdujo en el
viejo texto una serie de cuartetos y comenzó a circular copiosamente, en la
zona ocupada, en los países fascistas.
—Es
curioso puesto que no hay ninguna diferencia entre lo que según dices hacia
Hitler con los astrólogos y lo que hacían los reyes antiguos cuando mandaban
matarlos si venían con malos augurios.
—Justamente. La misma reacción. Todo eso que viví en
la Alemania de Hitler me sirvió para verla por dentro y elegir. Mis contactos
con diplomáticos, las confidencias, los rumores, los campos de concentración,
las brutalidades. La Gestapo, mandó a muchos amigos míos a la muerte. Entonces
regreso. En el otoño de 1943. Llegó a Madrid y le expongo al Ministro Arrese
mis impresiones, y le digo: «Creo que lo más sensato que puede hacer Franco es
retirar la División Azul y desengancharse del compromiso político con el Eje y
buscar una negociación con los aliados». (Que ya Franco lo venía haciendo,
porque es más listo que un ¡rayo). Insisto ante la clase política madrileña de
aquel. Tiempo. Les digo que Alemania perderá la guerra. Que es muy justo que la
pierda. Que yo había presenciado horrores de todo tipo y ocurre algo muy
curioso: Me dan un cargo oficial. Me hacen Jefe Nacional de la Obra Sindical
contra el Paro, e Inspector Nacional de lo que hoy es el Ministerio de
Información y Turismo, que entonces se llamaba Vice-secretaría de Educación
Popular. Se inicia enseguida una campaña en mi contra. Me acusan de «propalar
especies derrotistas pagado por el oro de Moscú», y un día se presenta un
hombre en mi despacho, un viejo guardia, un camisa vieja, y me arroja una
bomba. El explosivo pega en la pared, rebota sobre una mesa, cae al suelo y
estalla. Gracias a que era una mesa muy sólida, la única parte que me daña es
la que tenía expuesta, la pierna derecha.
—Eso
ocurrió en Madrid, ¿en qué calle?
—En el
edificio donde está el Sepu, en José Antonio. Allí tenía yo mis oficinas. Donde
está ahora Radio Madrid. En el 32 de José Antonio. En la tercera planta estaba
el Servicio de Estadística. Esto fue en el 43. Me hacen una cura, me
hospitalizan. Entonces comienza a moverse la vieja guardia de Madrid para que
a ese muchacho de la bomba el juez le trate con consideración. Digo: «Pobre
muchacho, debe estar loco». En mis declaraciones al juez afirmo: «No creo que
su intención haya sido la de un homicida consciente. Este es un pobre fanático
y yo creo que debe ponerse en manos de un psiquiatra. Pero me repugnaba la
reacción porque al fin y al cabo había sido un intento de asesinato a un hombre
que estaba desarmado. Escribo una carta al Ministro y le confieso que ya no
quiero saber nada con la política. Me vuelvo a Málaga donde trabajo en la radio
local.
LA FALSA LEYENDA DE LOS ASTRÓLOGOS DE HITLER
La leyenda
de que Hitler consultaba a los astrólogos fue difundida por los aliados a
partir de cierta confidencia de un diplomático neutral que tomó el rabo por las
hojas. El diplomático que informó al Foreign Office inglés de que Hitler no
tomaba ninguna decisión sin consultar a los astrólogos mintió tan sólo a
medias, pues si bien Hitler no tomaba en serio la Astrología, Hess y Himler
creían en ella.
Yo pasé un
año en Berlín, agregado a la Embajada Española, entre 1942 y 1943. Allí conocí algunos
astrólogos y me informé bien de lo que les ocurrió cuando el Fuhrer ordenó que
encerraran a todos los astrólogos alemanes en campos de concentración, pues, a
partir de la «operación Babarroja», los augurios de los astrólogos no podían
ser peores para el Tercer Reich. La operación de captura e internamiento de los
astrólogos la llevó a cabo la Gestapo y fueron muy pocos los que escaparon de
la redada.
El único
astrólogo que se libró por algún tiempo de la persecución de la Gestapo fue un
suizo que residía en Alemania desde 1939 y que se granjeó la protección de
Goebels, Frank y otras importantes jerarquías del régimen. Se llamaba Cari
Krafft y murió también, como otros astrólogos, en el campo de prisioneros de
Buchenwald, en 1945. Krafft se había conquistado el aprecio de Goebels porque
había advertido confidencialmente a las autoridades nazis que la vida del
Fuhrer iba a estar en peligro entre el 7 y el 9 de noviembre de 1941. El día 8
de dicho mes tuvo lugar el atentado de Munich. Su acierto en la previsión del
peligro que acechaba a Hitler, y el hecho de que había comunicado sus temores
a la Policía, le hicieron persona grata.
La protección
de que gozó el astrólogo suizo hasta su detención, en 1942, se debió también a
que, atemorizado por la amenaza de represalias si no accedía, convino con
Goebels en llevar a cabo la preparación de una edición de las profecías de
Nostradamus en la que habían de figurar interpolaciones y falsificaciones que,
interpretadas en un sentido triunfalista, resultaban favorables a la idea de
que Alemania ganaría la guerra. En esa edición figuraba también (entre otras
falsas interpolaciones) unos cuartetos referentes a la España de Franco.
Pero en
ningún momento consiguió Krafft que Hitler mismo y su Estado Mayor utilizaran
sus servicios astrológicos. Y ello fue un gran error por parte de Hitler, pues
Krafft ha sido uno de los mejores astrólogos de este siglo.
Pero
volvamos a la falsa leyenda de un Hitler que consultaba a astrólogos. Los ingleses
tomaron muy al pie de la letra la confidencia de que los planes militares
alemanes no eran ejecutados sin el visto bueno de los astrólogos que servían a
Hitler, quienes estudiaban previamente la fecha más propicia para ponerlos en
práctica. Y obraron consecuentemente. Crearon un servicio de astrología, dependiente
del Ministerio de la Guerra, a fin de que los astrólogos informaran al Estado
Mayor británico sobre lo que los astrólogos alemanes podían aconsejar al
Fuhrer en materia de cronología favorable o desfavorable para las acciones bélicas
proyectadas o en curso. Al frente de dicho Gabinete fue nombrado un tal Luis de
Wohl, buen astrólogo, que, huyendo de la guerra que veía aproximarse, se había
afincado pocos años atrás en Inglaterra. Luis de Wohl, que tenía pasaporte
holandés, fue enviado a Estados Unidos con la misión de influir sobre los
astrólogos norteamericanos a fin de que éstos, a su vez, influyeran sobre sus lectores. Se buscaba que la opinión
norteamericana fuese favorable a la entrada de Estados Unidos en la guerra.
De todos
los astrólogos importantes alemanes de aquel tiempo, sólo se salvó Frau Ebertin, madre del gran astrólogo fundador de
la Escuela de Cosmobiología, en Aalen, Alemania Federal.
Creo de
interés dejar aclarada la verdad sobre la leyenda del Hitler aficionado a la astrología.
Iremos
sacando a la luz algunos de sus escritos más lúcidos, todo un ejemplo de
independencia ideológica, y por qué no decirlo científica, en el páramo
intelectual de las postrimerías del Franquismo.
Pero ahora
hablemos de Kart Ernst Krafft, quien le inició en la Ciencia de Urania:
Después de graduarse de
la Universidad en matemáticas, trabajó durante 10 años en un gran libro titulado
rasgos de Astro-biología. En él expone su propia teoría de la
"Typocosmy": la predicción del futuro basada en el estudio de la
personalidad de un individuo, o tipo.
10 Mayo 1900
Por la década de 1930,
cuando Hitler llegó al poder, Krafft gozaba de un status único entre los
ocultistas y profetas en Alemania. Los nacional socialistas, más tarde se
convertirían en sus mecenas, y finalmente como sucedió con otros ocultistas y
masones, sus verdugos.
Mientras que el estado
Nazi perseguía a los astrólogos, Rudolf Hess y Heinrich Himmler les
consultaban. Krafft se traslada a la órbita de la elite Nacional Socialista en
noviembre de 1939, a raíz de una predicción notable. Predijo que la vida del
Führer estaría en peligro entre el 7 y el
10 de noviembre. El 2 de noviembre escribió a un amigo, el Dr. Heinrich Fesel,
quien trabajó para Himmler, advirtiéndole de un atentado contra la vida de
Hitler. Fesel presentó la Carta, el 2 de noviembre de 1939 informaba confidencialmente
al mando alemán que la vida de
Hitler estaría en peligro entre los días 7 y 10 de ese mes.
Efectivamente, el
atentado de Munich tuvo lugar el día 8. Pero nadie había hecho caso a Krafft.
Los interrogatorios de la Gestapo probaron que Krafft nada sabía de la conjura y, desde
este momento, la guerra psicológica tuvo en Alemania un departamento
astrológico, que pronto tuvo su contrapartida por parte inglesa con Louis de
Wohl. Este había publicado su autobiografía en 1937 bajo el título de I
follow my Stars, con lo que el mando militar se fijó en él para esa
función. De este modo, pasó a estar en nómina en la Special Operations
Executive (SOE). A partir de septiembre de 1940 dirigió el Departamento de
Investigación Psicológica en Londres, encargado de preparar predicciones
astrológicas contra la Alemania nazi.
El 8 de noviembre, una
bomba explotó en el hall de una cervecería de Múnich. Hubo muchos heridos, pero
el destino mantuvo ileso a Adolf Hitler. Los periódicos informaron que Fesel estuvo cerca de la catástrofe y envió
un telegrama a Hess, llamando la atención sobre la predicción de Krafft. Krafft
fue detenido y llevado a la sede de la Gestapo en Berlín. Interrogado pronto
demostró que era inocente del atentado contra la vida del Führer. Después de su
liberación fue convocado por el
Ministerio de Propaganda del Reich, dirigido por el Dr. Joseph Goebbels. Goebbels
había adoptado recientemente a Nostradamus, tratando de exprimir la
propaganda de las profecías. Encargó a Krafft,
la misión de descifrar las crípticas cuartetas. En enero de 1940, Krafft
comenzó a trabajar en una versión Progermánica de Nostradamus.
Krafft estaba convencido
de que las profecías de Nostradamus presagiaban bien para el tercer Reich.
Decenas de miles de panfletos basados en sus interpretaciones de las cuartetas
se distribuyeron en varios idiomas. Esto pronto llegó a la atención del Führer.
En la primavera de 1940 realiza e
interpreta la lectura del horóscopo privado de Hitler a un ayudante, pues nunca
conoció a su líder. Más tarde él se jactaría a amigos que había mencionado que
el tiempo para un ataque contra la URSS era un error. Hitler, impaciente por lanzar
la Operación Barbarroja después de que él había triunfado en Occidente, en
realidad retrasó sus operaciones en el este hasta el siguiente junio. El
impresionante éxito de los primeros días de Barbarroja lo convenció que Krafft
tenía grandes poderes.
La Inteligencia
británica llegó a ser tan preocupada ante la idea de que la guerra de su
oponente fue prevista por un místico que ellos, por
una vez, contrataron los servicios del astrólogo Louis De Wohl. n. 24 de enero de 1903 en Berlín
- † 2 de junio
de 1961
en Lucerna),
es, además de astrólogo, uno de los grandes autores de novela histórica del siglo XX. Su verdadero
nombre era Ludwig von Wohl, pero utilizó el seudónimo Louis de Wohl para
todas sus publicaciones. Nació en Alemania como hijo de padre húngaro y madre austriaca
y vivió allí hasta 1935. Como tenía antepasados judíos y era enemigo del
nacionalsocialismo, la llegada de Hitler al poder le impulsó a iniciar una
nueva vida en Inglaterra. Allí participó en la Segunda Guerra Mundial, llegando
a ser capitán de la armada británica, dentro del campo de la guerra psicológica. Es conocido que los
astrólogos desempeñaron en la última guerra mundial un cierto papel. De Wohl abandonó después de varios meses, al no haber
logrado adquirir cualquier evidencia seria sobre obra de Krafft.
Krafft advirtió a los
dirigentes del Reich que para estar seguros de la Victoria, Alemania debía
finalizar la guerra en 1943. La estrella de Krafft todavía estaba en el ascenso
cuando Rudolf Hess hizo su vuelo sorprendente a Escocia en 1941. Hitler estaba
indignado. Hess fue el mayor defensor de lo oculto de todos ellos. Hitler
ordenó una purga de Astrólogos, ocultistas y otros sabios. Krafft fue detenido
entonces y estuvo en prisión durante un año. Fue enviado a trabajar los horóscopos
de generales aliados y almirantes, tenía a Kurd Kisshauer de Amt Rosenberg como
su persona de contacto. Una de sus predicciones al ver las cartas de Rommel y
Bernard Montgomery, adversarios en la guerra del desierto, fue: "Buen
gráfico de este hombre, Montgomery es sin duda más fuerte que el de
Rommel".
Más tarde la salud de Krafft comenzó a fallar
y desarrolló un complejo persecutorio. Escribió a un alto funcionario prediciendo que las bombas británicas muy
pronto destruirían el Ministerio de Propaganda en Berlín (otra predicción
acertada). La carta fue transmitida a la Gestapo, quienes le veían como traidor.
Fue encarcelado en condiciones asquerosas, contrajo tifus y finalmente murió el
08 de enero de 1945 en su traslado hacia el campo de concentración de
Buchenwald