Cuadernos de Urania

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martes, 24 de enero de 2012

Algunos textos y referencias bibliográficas de interés








En ésta ocasión rescatamos  documentos, de los dos astrólogos, madre (fundadora) e hijo (continuador de su labor, tras la muerte de esta), que fueron los responsables de la Escuela Cultura Astrológica de Madrid, fundada por la astróloga Maria Dolores de Pablos en esta ciudad en la década de los 70, durante la Dictadura de Franciso Franco, algo realmente fuera de lo común, dado que el régimen no favorecía precísamente la práctica, y menos aun la enseñanza del arte de Urania. Esta escuela, y sus directores fueron una referencia clave en España en la formación de astrólogos profesionales, en su larga trayectoria se  prepararon allí cientos de estudiantes, incluido el que suscribe.
















El Zodíaco Geográfico de España







Escrito en francés, en la mítica revista francesa “Cahiers Astrologiques”, fundada y dirigida por Alexander Volguine se editó en Mayo de 1965, hace 47 años ahora.





Este estudio compuesto por un entonces jovencísimo José Luis San Miguel de Pablos, que debía tener unos 18 años, pero que ya apuntaba a ser un pilar de la Astrología en nuestro país…. Lástima que su dedicación como profesor en la facultad de Filosofía le mantenga un poco apartado ahora…. Siempre fue un placer escuchar su aguda y original visión del hecho astrológico.














EL ZODIACO GEOGRAFICO DE ESPAÑA




































A MODO DE INTRODUCCION:









Presentamos ahora un magnífico artículo escrito originalmente, por Jose Luis San Miguel de Pablos en 1965, para la muy prestigiosa revista francesa Cahiers d'Astrologie, que dirigió en su dia el también gran astrólogo galo Alexander Volguine.






La versión que ahora presentamos, se rescató en 1992 para la malograda revista de astrología "Symbolon", que dirigió el autor del presente texto.






José Luis San Miguel de Pablos es uno de nuestros más respetados astrólogos, y ponente habitual en congresos internacionales de Astrología.






A pesar de que este texto fue escrito a la temprana edad de 18 años, transmite ya una madurez extraordinaria que luego veríamos plenamente reflejada en sus obras posteriores.






José Luis San Miguel de Pablos es doctor en Filósofía y Geología y ha dedicado toda su vida ha ennoblecer nuestro querido arte, formando astrólogos profesionales desde su escuela madrileña de Astrología, Cultura Astrológica.



















TERRA SYMBOLICA




EL ZODIACO GEOGRÁFICO DE ESPAÑA




José Luis San Miguel de Pablos









Al intentar establecer el zodiaco interno de un país, se plantean de entrada dos problemas básicos: el primero es determinar el lugar que se debe tomar como centro; el segundo, saber si los puntos cardinales terrestres son su fundamento en todos los casos.




Habiendo por mi parte estudiado cómo aplicar todo esto a España, deseo transmitir las conclusiones a que he llegado, tanto sobre estas cuestiones como respecto a algunas otras que han surgido.






Cabe dudar inicialmente entre el centro en Madrid o en Toledo, pues esta última ciudad reúne una serie de características que hacen pensar en que sea una especie de capital espiritual o esotérica de España... Toledo fue la capital del estado visigodo; luego, durante la Edad Media, tras haber sido recuperada por los cristianos, fue durante varios siglos la capital de Castilla y después otra vez de España, no cediendo su puesto a Madrid hasta el año 1561. Era grande su irradiación cultural en los tiempos en que Madrid era apenas un pueblo o incluso no existía todavía. Es preciso recordar la corte toledana de Alfonso X El Sabio, en el siglo XIII.






Según la tradición, Toledo está regido por Sagitario, igual que España en su totalidad... Y de esto último no me cabe duda, después de haber hecho numerosas constataciones históricas que encuentro probatorias.






Pero no se puede negar que la capital oficial es Madrid, y eso también tiene su peso simbólico... La opinión de Alexandre Volguine a este respecto, manifestada en el ns 119 de Les Cahiers, debe ser tenida en cuenta.






De todos modos, este problema del centro-importante para otros zodiacos geográficos- en el caso español no lo es tanto, dada la vecindad entre Toledo y Madrid, que hace que no se alteren sensiblemente las zonas de influencia de los signos.














EL ZODIACO GEOGRAFICO DE ESPAÑA



























Queda la cuestión esencial de definir las zonas zodiacales. Por un lado, tenemos ciertos datos concordantes que nos ha legado la tradición a propósito de los signos que gobiernan determinadas regiones ibéricas; por otro, están la capacidad crítica y el sentido común, que deben permitirnos decidir si tales datos son válidos hoy o se han ido apartando de la realidad en el transcurso de los siglos.





Está la atribución tradicional de Cataluña a Escorpio. Recordemos que rasgos salientes del carácter catalán son la voluntad, el esfuerzo sostenido, la conciencia de los objetivos y la decidida búsqueda de los medios más adecuados para conseguirlos... La existencia de una corriente independentista no dejará de atraer la atención de cualquier astrólogo desapasionado, por tratarse de un rasgo específico de Escorpio (que rige las fases de desagregación y rechazo). Hace unos meses, una astróloga catalana me decía que ella observaba en Cataluña numerosas características "virgo", atendiendo a la conducta exterior de la gente. Pienso que puede tratarse de ese Escorpión virginizado en el que predomina la inhibición, cuya tipología abunda.






Siempre se ha considerado a Galicia bajo la regencia de Piscis. Esta vez resulta aun más fácil verificar la autenticidad de la atribución. En efecto, se diría que hasta el clima y la geografía del país están de acuerdo en ello, ya que se trata de una región volcada sobre el mar, que incluso penetra en la tierra por las rías que recortan la costa gallega. Por consiguiente, la pesca es una de las actividades fundamentales y abundan los oficios marineros. Es además la región más lluviosa de España; el cielo es gris y tan sólo una niebla húmeda substituye a veces a la llovizna. Además los habitantes de Galicia son, en general, gentes cargadas de sentimentalismo melancólico, soñadores y de sentimientos difusos... A veces, ellos también tratan de alcanzar sus objetivos, pero no les gusta actuar directamente ni con violencia; prefieren los procedimientos indirectos y poco perceptibles. También es notable el arraigo de las creencias populares en brujas, duendes y diferentes clases de seres invisibles (las meigas), siendo en su mayor parte criaturas maliciosas o temibles. La atracción por lo misterioso y lo mágico está profundamente introducida en el alma gallega... Hay que mencionar también la semejanza entre las lenguas gallega y portuguesa, estando Portugal tradicional-mente regido por Piscis. Y por supuesto, también a Santiago de Compostela, meta del famosísimo -y muy simbólico- peregrinaje, el cual inmediatamente nos recuerda el duodécimo signo en cual desemboca el "peregrinaje" a través del círculo zodiacal.





Otro dato muy importante de la Tradición, lo suministra el mito clásico de las Columnas de Hércules. Estas habrían sido colocadas por el héroe en el Estrecho de Gibraltar, como sabemos. Ahora bien, estas dos columnas -que simbolizan el vínculo entre Europa y África-son una clara imagen del signo de Géminis, cuyo grafismo ( II ) parece representarlas. No hace falta subrayar la nítida significación de dualidad que evidencian.




Así, estas tres antiguas atribuciones -el Estrecho de Gibraltar para Géminis, Cataluña para Escorpio y Galicia para Piscis- parecen estar bien fundadas y sería un error ignorarlas... Sobre todo porque basta con echarle un vistazo a un mapa de España para darse cuenta inmediatamente de que, puestos sobre sus respectivas zonas, estos tres signos siguen el orden natural del Zodiaco. Podemos pues intentar intercalar los restantes signos, teniendo necesariamente en cuenta la extensión mayor o menor de las regiones de características similares... Sin embargo, algunos lectores ya habrán notado algo en el dibujo que acompaña:






El Zodiaco geográfico español parece tener sus puntos cardinales invertidos en relación a los puntos cardinales terrestres.






Esto puede parecer extraño pues se aducirá que toda la geografía astrológica está basada sobre la orientación natural. Se puede, sin embargo, responder a esto diciendo que lo que funda de verdad tal teoría es la existencia misma de unas correspondencias básicas entre lo terrestre y lo cósmico; y que si tratamos de definirlas en un ser vivo, un objeto o un país, lo que tenemos que hacer es analizar de entrada las características que permitan deducir la estructura de tales correlaciones en cada caso. En relación al Zodiaco de España, el resultado de mis propias observaciones-no parece adaptarse a los puntos cardinales, pero de todos modos es significativo que la posición de tal Zodiaco esté precisamente invertida con respecto a los cuatro puntos cardinales. Esto parece sugerir la existencia de una orientación inversa plenamente aceptable, en algunos zodiacos geográficos.






Asimismo se plantea la posibilidad de que los sectores territoriales correspondientes a los signos, no sean de la misma extensión, tal como las zonas anatómicas gobernadas por ellos tampoco son iguales... Naturalmente esto tiene que ser así, pues todo cuanto existe sobre la Tierra adapta a su forma particular -"deformándolos" en cierto modo- su correlación con los puros arquetipos celestes.





Volviendo al tema de la posición de los signos sobre el mapa, vemos que de entrada Extremadura cae dentro del sector de Aries. Se trata de una región calurosa y de predominio árido, en donde inmensos rebaños de ovejas y carneros se juntan todos los años, desde hace siglos... Sin embargo el dato más curioso que encuentro, es el haber sido cuna de casi todos los conquistadores de América (Hernán Cortés, Pizarro, etc.). Hay que añadir que esta región ha sido escenario de varias guerras con Portugal.





La atribución de la siguiente zona (sur de Badajoz, Huelva) a Tauro es más oscura. No obstante se puede recordar que la antigua civilización tartesa, que debió conocer su apogeo en la Era Tauro, tenía su centro en dicha zona.





Ya se ha hecho referencia al sector Géminis, pero conviene añadir que el carácter de los sevillanos se ajusta mucho al tipo geminiano-lunar: alegre, superficial, ingenioso, informal, hablador, inconstante... Les encanta exagerar, por lo que no son siempre dignos de crédito. Además es interesante observar que los grandes yacimientos de mercurio, de Almadén explotados desde antes de los romanos- caen dentro de este sector, precisamente el más mercurial.





Cáncer comparte la zona del estrecho con Géminis (aunque quizá su influencia sea un poco menor), y su sentido arquetípico se capta al notar que esa zona ha sido siempre una especie de receptáculo yin de las sucesivas inmigraciones -a veces invasiones-procedentes de África del Norte.





El sector Leo comprende la mayor parte de Andalucía oriental, en concreto las provincias de Málaga, Granada y Jaén. Allí el ambiente es extremadamente luminoso -desde hace unos años se llama Costa del Sol- y en esto se nota la influencia del 5º signo. Los lujosos núcleos turísticos y residenciales que allí se han montado, revelan la misma influencia. Es curioso que uno de los primeros detalles que provocan nuestra admiración en la Alhambra de Granada -el más fastuoso de los palacios árabes de la Península-sea precisamente el Patio de los Leones...






El sector de Virgo está formado por una región costera sin personalidad demasiado fuerte. La provincia de Almería y la región de Murcia no contienen grupos humanos tan coloreados como los de otras regiones ("normalidad virgo"); se trata de gentes trabajadoras y pacientes, por necesidad dada la habitual sequía (Virgo es signo seco).




También queda en este sector gran parte de la región manchega, y conviene decir que los dos personajes esenciales de El Quijote simbolizan perfectamente los dos polos del eje de signos opuestos Virgo-Piscis: Sancho Panza ("panza" es lo mismo que vientre) representa a Virgo, pues es el campesino típico de la región, realista, práctico, sagaz y amante de lo concreto. Por el contrario, Don Quijote (el visionario idealista, el loco universal) se adapta muy bien a Piscis.








Al seguir avanzando, encontramos toda la región valenciana bajo gobierno de Libra. Se trata de una zona bella y fértil, cuya mayor fuente tradicional de ingresos procede del cultivo de la perfumada naranja... El traje regional valenciano femenino es especialmente rico en ornamentos, y todo ello parece concordar bastante con la naturaleza venusiana de Libra.





Atravesando la Cataluña escorpio de la que ya hemos tratado, llegamos al sector sagitariano, que se superpone a la mayor parte de Aragón, incluyendo Zaragoza. Aquí detectamos concordancias particularmente claras. El carácter de los aragoneses parece muy compenetrado con la psicología del noveno signo, siendo sus cualidades principales la sinceridad, la nobleza y la generosidad; son notables también su simpatía, su sentido del humor y su hospitalidad... No son inconstantes como los sevillanos, sino firmes y obstinados (se dice que quizá en exceso). Por lo demás, a causa de su marcada tendencia a ser abiertos y sinceros, y a tratar a los otros con mucha confianza, a menudo carecen de suficiente diplomacia (lado "caballo" de Sagitario). En fin, interesa señalar que el Templo del Pilar que está en Zaragoza, ha sido declarado centro de la religiosidad católica de toda España e Hispanoamérica.





Entre Sagitario y Capricornio se encuentra Navarra. Durante largo tiempo, esta región fue un foco de gran intransigencia religiosa. Los carlistas querían supeditar totalmente el Estado a la Iglesia... Estamos frente a la politización y el endurecimiento capricorniano de los ideales religiosos sagitarianos.





El País Vasco entero queda bajo la influencia de Capricornio, lo que parece natural teniendo en cuenta que los vascos constituyen una etnia con antiquísimas tradiciones, y que hasta sus rasgos físicos típicos parecen conectar con el décimo signo: fuertes, huesudos, de nariz no recta y grande, algo desgarbados... En el aspecto psicológico, basta decir que son poco amigos de un exceso de palabras y más bien serios. Se conoce, por lo demás, su resistencia física y psíquica, su sentido práctico y su temprana industrialización. El País Vasco causa una impresión más bien nórdica...





Gran parte de Castilla la Vieja entra también en el sector capricorniano, lo que explica la austeridad -en ocasiones, el ascetismo- de sus habitantes, así como su extraordinaria resistencia física y psicológica frente a las adversidades y al duro clima de la Meseta. Es de notar la tendencia al fatalismo y al tragicismo que se da en Castilla. Las manifestaciones religiosas tienen frecuentemente un matiz triste o incluso fúnebre.





La zona de Acuario abarca Asturias y León. Y en estas zonas están presentes, en efecto, poderosas tendencias inconformistas y rebeldes, sobre todo en Asturias cuya tradición revolucionaria es bien conocida. Incluso hoy, en esta región son especialmente frecuentes las grandes huelgas... Y se percibe también la tendencia a singularizarse en el hecho de haber sido Asturias la única región ibérica que no fue sometida por la invasión árabe del 711.





Puesto que ya hemos hablado de las características de la Galicia píscica, nuestra vuelta al zodiaco español se termina aquí... Mi principal objetivo es llamar la atención sobre las posibles "irregularidades" de los zodiacos geográficos, pues esto me parece una importante clave que puede explicar en parte la aparente falta de precisión de esta principio astro-geográfico, basado en las correspondencias universales, cuyo valor práctico me parece indiscutible.








P. S.— Desde la recepción de este artículo en diciembre pasado [la redacción de LES CAHIERS se refiere al mes de diciembre de 1965] los acontecimientos han venido a confirmar la validez de este Zodiaco geográfico. En efecto, el accidente que ha tenido como resultado la pérdida de varias bombas atómicas en la costa de Almería-Murcia (el 17 de enero de 1966, a las 9h 21m A/M, T.M.G., frente al pueblo de Palomares) ha ocurrido en el centro del área de Virgo, es decir, en el punto geográfico que corresponde exactamente a la conjunción Urano-Plutón instalada en la actualidad [se entiende en el período 1964-1969].









NOTAS








1. En Francia, esto se ha traducido en el dilema del centro en París o en Bourges.




2. Es natural la existencia de estas tradiciones y leyendas, teniendo cuenta que Galicia es una zona de fuerte influencia celta y por tanto Druídica (vemos la raíz GAL




3. Los más antiguos inmigrantes que llegaron a España, los Iberos, fueron los primeros en entrar en la Península a través de esa zona canceriana.




4. Véase el artículo de Mariano Aladren : «Una hipótesis astrológica acerca de la fundación de Zaragoza, en el presente número de SYMBOLON (Nota del autor para la versión castellana).









NOTA ACLARATORIA A LA VERSIÓN CASTELLANA






No sería muy normal dejar transcurrir ¡veintisiete años! antes de publicar una versión en lengua materna de la primera indagación astrológica que, en otro idioma, dio uno a la imprenta en su vida, sin decir esta boca es mía... En los muchos ciclos lunares, solares, venusianos, marcianos, etc. que en el intermedio se han completado, he vivido en paralelo mis propios ciclos interiores —como es natural, por otra parte— y del esoterismo simbolista de mis dieciocho (cuando escribí el artículo) pasé al«racionalismo astrológico» de mis ventidós, la racionalismo a secas de mis veintisiete, luego al redescubrimiento, por mi cuenta y riesgo, de la Astrología a los treinta y uno. A partir de ahí, he metido las narices en la Psicología de las Profundidades, en la Astrología Mundial/histórica, en la Tradición pura, en la convergencia con ella de la ciencia-punta... Y he regresado al Símbolo, a la esencia del Arquetipo. Este es, pues, el momento de pasar al castellano mi intuición de juventud sobre España (y perdón por algunas expresiones del texto: eran dieciocho años y 1965).







Pero, claro, la misma agua puede volver a correr por el mismo río, pero seguro que éste no sigue entonces exactamente el mismo curso... Cuando releo mi viejo artículo, en lo que ahora pienso es en cómo se realiza la integración de los sistemas humanos verdaderos, en resonancia arquetípica con los cielos; y llego también a la conclusión de que, a pesar de todo, sí que ha debido existir alguna vez un sistema-España con la suficiente vida como para tener un Zodiaco interno, puesto que lo que se estructura duodenariamente es siempre la vida de una entidad real. Pero cualquier entidad viva puede estar —o entrar— en crisis; y más allá del punto de no-retorno, se desestructura su zodiaco interior, deja de estar vertebrada y se desintegra. Empieza a rodar entonces otro ciclo distinto de experiencia, en el cual el protagonismo lo tienen otras unidades diferentes, cada una con su estructura zodiacal. En el plano colectivo, esto ha ocurrido muchas, muchas veces, y en sí no es ni bueno ni malo; si acaso, sería «bueno» -es lo que creo- pero a una escala tan amplia que se nos escapa a los individuos. Acoja, pues, el lector este añoso artículo como un ejemplo curioso de estructuración zodiacal —¿del presente, del pasado...? y como tal, aplíquelo a lo que prefiera.




José S. de Pablos Madrid, septiembre 1992









Hasta aquí este viejo artículo aparecido originalmente en el número de Cahiers Astrologiques correspondene a Mayo de 1965, hace 47 años.........













A continuación un artículo basado en las ideas sugeridas tras la lectura de la obra "Cosmos y Psique" del filósofo estadounidense Richard Tarnas.  













LA SINCRONICIDAD PUDIERA EXPLICARSE EN UN UNIVERSO HOLÍSTICO




José Luis San Miguel de Pablos







Richard Tarnas: Filósofo a contracorriente, reabre el debate sobre el alma del mundo en una nueva obra.





Los fenómenos de sincronicidad han llamado la atención desde hace ya muchos años. Carl Gustav Jung, junto con su amigo Wolfgang Pauli, se preguntaron cuál pudiera ser su explicación. En realidad, se trata de uno de los muchos fenómenos –el principal es la “conciencia” en el mundo animal y humano– que dificílmente pueden hallar explicación en el marco de una visión reduccionista y desintegrada del Cosmos. Éste, sin embargo, mantiene su misterio, su “encanto” y el actual enfoque holístico –abriéndonos un nuevo campo de intuiciones y conjeturas– podría quizá guiarnos a vislumbrar el sentido de muchos de sus enigmas.






“Estamos solos en un universo
sin sentido, en el que somos unos extraños.” “La vida y la consciencia no son
sino accidentes aleatorios, de extrema improbabilidad, sobrevenidos en un rincón
de un cosmos sin alma ni significado.”     





Párrafos como estos se han convertido en clásicos. A través de ellos y de otros similares se proclama la concepción del mundo que sigue predominando ampliamente en nuestra cultura de base científica. Pero ¿estamos seguros de que estas manifestaciones expresan conclusiones sólidas, y no simples apuestas de partida… o de travesía?





Porque también podría ser que, sobre la base de unos primeros resultados interpretados de forma superficial, el hombre moderno hubiese emprendido una deriva práctica que necesitase encontrar apoyo en una concepción como esta. La cual no sería, en suma, más que una coartada para poder seguir recorriendo, sin excesivas trabas psicológicas, un camino equivocado. Richard Tarnas, profesor de filosofía en el CIIS de California, donde dirige el programa “Philosophy, Cosmology and Consciousness”, sugiere que bien podrían ser así las cosas.





La obra de Richard Tarnas La pasión de la mente occidental (cuya edición original data de 1991, y que ha sido traducida a nuestro idioma, hace poco, por Atalanta) consiste, según él, en el tormento espiritual que supone tender sincera y hondamente a la verdad, por un lado, y hallarse, por otro, severamente limitado por los muros de una prisión en la que uno mismo se ha encerrado, y que no es otra que la percepción del mundo exclusivamente a través del prisma de su desencantamiento, convertido en dogma supremo de la Modernidad.





Pero ¿qué es, a fin de cuentas, ese famoso desencantamiento del mundo? Consiste, para decirlo en breves palabras, en la convicción de que la consciencia es ajena a la sustancia básica del universo, y de que, en consecuencia, éste es ciego, sordo, mudo…, en suma totalmente a-consciente y carente por completo de propósito (el cual, obviamente, sólo puede existir para alguna forma de consciencia).





Es, pues, esta idea profundamente asumida, de un mundo desencantado, la que caracteriza al hombre moderno, por encima de todo. Pero a la vista de los callejones sin salida, teóricos y prácticos, en los que dicho hombre se debate hoy, Tarnas –con mayor contundencia en su segundo libro, Cosmos y Psique (traducción española, Atalanta 2008)– se atreve a negar la mayor, y sugiere que tal vez el error está precisamente ahí.





¿Carece realmente de alma la Naturaleza? No deja de ser un dogma de la modernidad. Como anteriormente lo fue también, seguramente, la afirmación contraria, que asumió el Neoplatonismo y antes casi toda la filosofía de la Antigüedad, por no hablar de Oriente. Pero ¿se cuenta acaso con bases objetivas para posicionarse en contra o a favor del Alma del Mundo? (ya que tal es la fórmula, de tradición multisecular, que sintetiza lo que está en discusión). Indicios no faltan.













Argumentos contrarios










Veamos en primer lugar los que apuntan en contra:






1. El mundo físico macroscópico funciona claramente como un mecanismo gobernado por los principios de causalidad local y de continuidad espaciotemporal.





2. El mundo biológico posee indiscutiblemente una base física que, dada su escala espacial, debe seguir las leyes macroscópicas. Y ninguna energía imponderable, ningún“vitalismo sustancial”, puede ser invocado para explicar su funcionamiento.





3. El psiquismo, tanto humano como de los animales superiores, está ligado tan estrechamente a la dinámica neurológica que no cabe hablar de “alma” fuera del cerebro.







Estos tres indicios racionales han bastado para dar por zanjada la cuestión del Alma del Mundo, e incluso la del alma a secas, durante los últimos dos siglos. Y sin embargo…





4. En el mundo submicroscópico no se aplican los principios de causalidad local y de continuidad. Esto ha llevado a algunos físicos (minoritarios) a plantear que quizás la expresión misma “mecánica cuántica” sea inadecuada, desde el momento que resulta irreconocible como tal mecánica.








5. La no-localidad cuántica, en particular, está llena de consecuencias relevantes para la cuestión planteada. El fenómeno principal –aunque no el único– en el que se manifiesta es el “entrelazamiento” (entaglement) de las partículas que tienen un origen común o que, en algún momento, han integrado un mismo sistema. Para ellas el espacio intermedio parece no existir a efectos de transmisión de información (pero no de energía, cuyos “gránulos cuánticos” no pueden superar la velocidad de la luz). Surge, pues, la novedosa noción de una transmisión de información sin señales portadoras e instantánea.





6. La noción de neguentropía (o “entropía negativa”) pasa a ser al mismo tiempo el fundamento de la información (con la que de hecho se identifica) y de la vida o del nivel biológico. La neguentrópica “vida orgánica” no es sino materia altamente in-formada.





7. El “problema (científico y filosófico) de la consciencia” está lejos de haberse resuelto, pero se han producido avances. Resultados recientes indican que es una función neural holística y no localizada en un área cerebral concreta. Además, la idea de que sus manifestaciones superiores, vía entidades biológicas, precisan de alguna clase de coherencia cuántica (hipótesis Penrose-Hameroff) está ganando terreno.











Acontecimientos sincronísticos





Pero Tarnas no argumenta en base a estos temas, sino que se centra en una fenomenología que la mayoría de los científicos no admite pero que, en su opinión, no puede ser ignorada. Se trata de los acontecimientos sincronisticos, puestos de relieve por Carl-Gustav Jung y que el psicólogo-filósofo suizo estudió en colaboración con Wolfgang Pauli. La debilidad de la temática de la SINCRONICIDAD, de acuerdo al punto de vista de la ciencia, está en la no reproducibilidad a voluntad de este tipo de fenómenos (lo que la sitúa al margen del método científico…, sin que ello baste para concluir categóricamente que no existe).






Y su fortaleza reside en lo extendido de la impresión de haber vivido personalmente, en uno u otro momento, sucesos de este género. Es muy posible que el éxito editorial de Paulo Coelho se base, mucho más que en sus méritos literarios, en haberse convertido en el máximo defensor de la realidad de las “señales” (o sucesos sincronísticos), que no estarían reservadas para unos cuantos elegidos, sino a la democrática disposición de todo el mundo.






Pocas personas, a estas alturas, no habrán oido hablar nunca de “sincronicidades”. Para esos pocos, y para quienes no posean más que una información somera –y tal vez sesgada– al respecto, aclaremos que se trata de casualidades. Simples casualidades (en ningún caso “milagros”, “hechos paranormales” ni nada por el estilo) pero eso sí, portadoras o incluso creadoras de sentido para aquél que las vive. Incluso en algunos casos (que, en la forma extrema que adopta el que estamos a punto de contar, desde luego no son frecuentes, pero que genéricamente no son, ni mucho menos, raros) su ocurrencia cambia la vida o el rumbo de los individuos que las experimentan.


                


Tal fue lo que sucedió a la paciente de Jung que protagonizó la célebre anécdota del escarabajo dorado referida por el psicoanalista y que recoge Tarnas:





El problema de la sincronicidad me preocupa desde hace mucho tiempo, sobre todo desde que mis investigaciones sobre los fenómenos relacionados con el Inconsciente colectivo me hicieron tropezar una y otra vez con conexiones que ya no me era posible seguir explicando como meras acumulaciones de acontecimientos. Tratábase de“coincidencias”, pero tan significativamente conexas que su ocurrencia puramente“casual” representaba una improbabilidad que sólo podría expresarse mediante una magnitud inconmensurable. Citaré como ejemplo un caso de mi propia observación: una joven paciente tuvo, en un momento decisivo del tratamiento, un sueño durante el cual se le regalaba un escarabajo de oro. Mientras ella me relataba el sueño estaba yo sentado de espaldas a una ventana cerrada. De repente percibí detrás de mí un ruido, como si algo golpeara suavemente contra el cristal. Volviéndome, advertí que un insecto había chocado con éste desde fuera…, abrí la ventana y lo cacé al vuelo. Era la analogía más próxima de un escarabajo de oro que cabe encontrar en nuestras latitudes, una cetonia aurata, que evidentemente se había sentido impulsada –en contra de sus hábitos comunes–a penetrar en una habitación que en ese preciso momento estaba oscura. Debo admitir que ni antes ni después me ha sucedido un caso semejante.(…).







En este caso parece existir un fundamento arquetípico del acontecimiento sincronístico. Se trataba de un tratamiento extraordinariamente difícil, en el que, hasta el sueño en cuestión, no se había obtenido progreso alguno. La causa principal de ello residía en que mi paciente había sido educada en la filosofía cartesiana y se hallaba aferrada de tal manera a su rígido concepto de la realidad que ni los esfuerzos de tres médicos psiquiatras (yo era el tercero) habían podido ablandarla. Hacía falta evidentemente un acontecimiento “irracional”, y cuando el escarabajo llegó volando, el ser profundo de la paciente pudo romper la coraza. [siguen diversas consideraciones sobre el significado del escarabajo en la religión egipcia antigua]. (C.G. Jung, La interpretación de la naturaleza y de la psique, Paidós, pp. 30-31).





Se trató aquí evidentemente de una casualidad, no de ninguna clase magia, cosa que, por otra parte, jamás fue sugerida ni por Jung ni por Pauli. Lo que está en juego es otra cosa: ¿son determinadas casualidades de apariencia extraordinaria –o simplemente chocante– portadoras o generadoras de sentido para los individuos que las viven? Planteada así la cuestión, puede parecer absurda; pero sólo si se parte de una convicción previa, la misma que constituye el dogma central de la mentalidad moderna: que el universo es no-orgánico y ajeno, por ello, a la conciencia, que la organicidad se limita al segmento ínfimo que representa la vida biológica, mientras que la conciencia sólo está presente en el dominio todavía mucho más reducido de la vida humana.













Convicción cuestionada






Ahora bien, es justamente esta convicción la que está en entredicho.






Un acontecimiento exterior, vivido obviamente por alguien, por un cierto sujeto humano (y como tal, un dato fenoménico), se da en coincidencia con una determinada expectativa, o mejor, demanda de sentido, proyectada por ese ser humano; y el resultado es una eclosión de sentido surgida en respuesta a dicha demanda. Esta descripción, la más ajustada que he podido encontrar, de la sicronicidad jungiana, implica tres asunciones indudablemente fuertes.







La primera, que la conciencia (lo que hace que signifiquen algo palabras como “yo”, “tú”,“nosotros”, “felicidad”, “sufrimiento”, “amor” y… “significado”) no es algo periférico y prescindible en una concepción consistente del mundo, sino central e imprescindible. La segunda, que “lo noético” (no necesariamente focalizado en un yo autoconsciente: recuérdese la concepción general del inconsciente, y la específicamente jungiana del inconsciente colectivo) puede constituir el basamento de la Realidad.





Esto, que de paso podría explicar algunas paradojas cuánticas y proporcionar una mayor coherencia a las teorías del origen de la conciencia que apuntan a dicho territorio de la Física, converge con el monismo del Unus Mundus. En esta fórmula, recuperada por Jung hacia el final de su vida, se reencuentran el Uno neoplatónico y parmenidiano, el Brahman del hinduísmo y la Sustancia de Spinoza. La tercera asunción es que las dos anteriores, en vez de limitarse a lo puramente abstracto, despliegan consecuencias fenoménicas. Entre ellas, destacadamente, las sincronicidades.





Pero si el universo es orgánico-holístico e incluye como propiedades intrínsecas la conciencia y la informacion (Susceptible, esta última, de ser transmitida a cualquier punto focal del cosmos, por caminos en los que el áleas sólo es la condición que excluye el funcionamiento mecánico-determinista), entonces, cambiando de registro lingüístico pero sin apartarse ni un ápice del fondo de la cuestión, cabe entender que el universo “tiene alma”, y la fórmula ALMA DEL MUNDO queda de nuevo justificada, tal como sostiene Tarnas.





Una fórmula que no repugnaba en absoluto al teólogo platonizante francés Pierre Abélard quien, en el París del siglo XII, defendía la identidad del Espíritu Santo y el Alma del Mundo, sin que ello le procurase más sinsabores que una leve reprimenda (es muy probable que cuatro siglos después, las consecuencias para él hubiesen sido mucho más graves).





Una fórmula que no podía repugnar tampoco a Francisco de Asís, y que no era extraña a las concepciones del mundo de Giordano Bruno, Kepler y los filósofos del Romanticismo. Pero que sí era susceptible de contrariar, y mucho, el pan-mercantilismo en ascenso, de manera análoga a como la existencia de poblaciones aborígenes (cuya percepción de la Naturaleza “casualmente” era muy similar) estorbaba, en Norteamérica y en otras partes, la expansión del civilizado hombre blanco.






El lector interesado en esta temática de la sincronicidad puede seguirla con lecturas como estas: Jung, C.-G., Sincronicidad como principio de conexiones acausales. / Sobre sincronicidad, en Obra completa, vol. 8, Ed.Trotta, 2004; Meier, C.-A., Jung –Pauli. Intercambio epistolar 1932-1958, Alianza Editorial, 1996; Peat, D., Sincronicidad, Kairós, 1988; Tarnas, R., Cosmos y Psique, Atalanta, 2008; VV. AA., La sincronicidad. ¿Existe un orden a-causal?, Gedisa, 1993.







José Luis San Miguel de Pablos.


Doctor en Geología y Filosofía, Universidad Comillas, Madrid.









Notas:




Fuente:http://www.tendencias21.net/La-sincronicidad-pudiera-explicarse-en-un-universo-holistico_a3184.html




SPAIN. Lunes 20 Abril 2009











































































































Por último una entrevista a Maria Dolores de Pablos efectuada por el diario ABC el 20 de Agosto de 1981:


























































































              
Publicado por egarciaber en 19:58 No hay comentarios:

lunes, 23 de enero de 2012

La Estructura del Universo









 El Absoluto












Filosóficamente, el hombre puede
suponer un Absoluto. Un Abso­luto así incluiría todas las dimensiones posibles
tanto de tiempo como de espacio. Lo que es decir:





Incluiría no sólo todo el universo que
el hombre puede percibir o imaginar, sino todos los demás universos semejantes
que puedan encon­trarse más allá del poder de nuestra percepción.





Incluiría no sólo el momento presente
de todos aquellos universos, sino también su pasado y su futuro, cualesquiera
sea lo que puedan sig­nificar pasado y futuro, en su escala.





Incluiría no sólo cuanto se ha
actualizado en todo el pasado, presen­te y futuro de todos los universos; sino,
también, cuanto potencialmen­te pudiera actualizarse en ellos.





Incluiría no sólo todas las
posibilidades para todos los universos exis­tentes, sino también todos los
universos en potencia, aunque aquéllos no existan o nunca hubieran existido.





Una concepción de esta clase es, para
nosotros, filosófica. Lógica­mente debe ser así, pero nuestra mente es incapaz
de asirla o de dotar­la de algún sentido.





En el momento mismo que pensamos
acerca del Absoluto, tenemos que pensarlo modificado en una u otra forma.
Tenemos que pensarlo en la forma de algún cuerpo, cualidad o ley. Pues tal es
la limitación de nuestra mente.








Ahora bien: el efecto o la influencia
de un cuerpo cualquiera sobre otro varía en tres sentidos:






(a) En proporción
inversa al cuadrado de su distancia
[1] – medimos este efecto como radiación,
o como el efecto activo de lo más grande so­bre lo más pequeño.





(b) En proporción
directa a su masa – medimos este efecto como atracción, o efecto pasivo de lo más grande sobre lo más pequeño.





(c)    En proporción directa a su distancia –medimos este
efecto como tiempo, o efecto
retardado entre la emisión de la influencia del más grande y la recepción por
el más pequeño.





(d)    Estas, en efecto, constituyen las tres primeras
modificaciones de la unidad, las tres
primeras modificaciones del Absoluto
.








Imaginemos una bola de hierro
candente, que representa la unidad. Su composición, peso, tamaño, temperatura y
radiación constituyen una cosa, un ser. Pero su efecto sobre cuanto lo rodea se
desarrolla de acuerdo con tres factores – los alumbra y calienta en
proporción direc­ta a su distancia. Si su masa y su radiación son constantes,
entonces este tercer factor, aunque efectivamente presente, permanece invisi­ble
e inmensurable. Mas, en cuanto a todos los objetos que están en re­laciones
diferentes respecto a la bola radiante, el efecto combinado de estos tres
factores será diferente y distinto. Así, las variaciones en el efecto de la
unidad radiante, mediante interacción de los tres facto­res, son infinitas.





En este caso, sin embargo, estamos va
afirmando dos cosas – una unidad radiante y su derredor. Imaginemos en su lugar
una sola bola, en la que su polo norte está candente y el polo sur está en el
cero ab­soluto. Si suponemos que esta bola o esfera es fija en su forma, tamaño
y masa, cuanto mayor sea el calor del polo norte, mayor será la cale­facción de
la materia en su vecindad y, en consecuencia, mayor será la condensación de la
materia en la vecindad del polo frío. Si se proyecta este proceso al infinito,
la radiación y la masa se separarán por ente­ro, representando el polo norte
algo así como la pura radiación y el polo sur, la pura masa.





[1] Esto es al doble de la distancia, solamente se
siente un cuarto de la cantidad de
influencia.














































Ahora bien, prácticamente dentro de la esfera misma estos tres fac­tores –radiación,
atracción tiempo– crearán un número infinito de condiciones físicas un número
infinito de relaciones con uno y otro polo. Las tres modificaciones de la
unidad habrán creado la variedad infinita.





Cualquier punto de la esfera recibirá
una cantidad definida de ra­diación desde el polo norte, sentirá un grado
definido de atracción hacia el polo sur, y se separará de ambos polos (sea al
recibir impulsos de aquéllos o sea ya al reflejar, de vuelta, los impulsos a
aquéllos) por pe­ríodos definidos de tiempo. Estos tres factores juntos,
podrían integrar una fórmula que proveería una definición perfecta de cualquier
punto particular de la esfera, la cual indicaría exactamente su naturaleza, sus
posibilidades y sus limitaciones.





Si llamamos cielo al polo norte y al
polo sur infierno, tenemos una figura que representa el Absoluto de la
religión. Al presente, empero, nuestra tarea es aplicar este concepto al
Absoluto de la astrofísica, a ese cuadro del Todo que la ciencia moderna pugna
por discernir a tra­vés de distancias insondables y de inimaginables duraciones
que, repen­tinamente, se abrieron ante aquélla.





Para esto tenemos que imaginar toda la
superficie de nuestra es­fera universal, con sus dos polos de radiación y
atracción, tachonada de galaxias, del modo como toda la superficie del sol lo
está con vórtices de fuego y toda la superficie de una naranja está perforada
de po­ros. Cada una de las galaxias es tan grande como nuestra propia Vía
Láctea, mas en relación con la esfera universal, cada una no es más que una
cabeza de alfiler.





Esta esfera universal no está sujeta a
la medición ni a la lógica hu­manas. Los intentos de medición realizados en
diferentes formas, redu­cen unos a los otros al absurdo y deducciones
igualmente plausibles acerca de aquélla, llevan a conclusiones diametralmente
opuestas. Ni es­to es de sorprender cuando recordamos que esta es la esfera de
todas las posibilidades imaginables e inimaginables.





Mirando, por ejemplo desde nuestro
punto infinitesimal en el in­terior de un punto, dentro de un punto, a la superficie
de esta esfera, los hombres pueden ver ahora con telescopio, galaxias desde las
cuales la luz emplea 500 millones de años para alcanzarnos. Es decir, ven las
galaxias como fueron hace 500 millones de años. Empero, al mismo tiem­po, cree
la ciencia moderna que toda esta esfera infinita ha sido creada solamente hace
unos cuantos miles de millones de años en un lugar y que ha estado
expandiéndose desde entonces. Muy bien, supongamos que se construyeran
telescopios una docena de veces más penetrantes que los que existen hoy día.
Entonces, los astrónomos verían la crea­ción del universo. Verían la creación de nuestro propio universo en el comienzo riel
tiempo, por la penetración infinita en la distancia.





Tales anomalías son posibles solamente
en una esfera universal de la clase que hemos imaginado, donde un polo
representa la radiación o punto de creación, el otro polo la atracción o punto
de extinción y donde todos los puntos están tanto conectados como separados por
la in­acabable superficie curva del tiempo.





Desde un punto de vista todas las
galaxias, todos los mundos, pue­den verse como si se movieran lentamente desde
el polo de radiación hacia el ecuador de expansión máxima, sólo para reducirse
nuevamente hasta el polo final de masa. Dude otro punto de vista, puede ser la
fuerza de vida, la conciencia misma del Absoluto, la que está haciendo este
peregrinar imperecedero. Y, una vez más, de acuerdo con nuestra misma
definición del Absoluto, todas las partes, posibilidades, tiempos y condiciones
de esta esfera universal deben existir juntas, simultáneas y eternas, cambiando
siempre y siendo siempre las mismas.





En una esfera de esta clase, todos los
diferentes conceptos de la an­tigua y moderna física pueden unirse. La esfera
toda es aquel espacio cerrado postulado primero por Riemann. La nueva idea de
un universo en expansión, que aumenta al doble sus dimensiones cada 1,300 millo­nes
de años, es una expresión del movimiento desde el polo de radia­ción hacia el
ecuador de la expansión máxima. Aquellos que describen el universo con un
comienzo de densidad de muerte y que crece más y más en calor hacia alguna
muerte final por el fuego absoluto, tienen puestos los ojos en el movimiento
desde el polo de masa hasta el polo de radiación. Aquellos que lo describen
como creado en el fuego absolu­to y que se hace más y más frío hasta la muerte
final por enfriamien­to y condensación, tienen puestos los ojos en el
movimiento inverso. Mientras Einstein, en el intento –con su intangible e inconmensurable
‘repulsión cósmica’– de satisfacer la necesidad de una tercera fuerza, agrega a
este cuadro de dos polos la superficie mediadora y conectante del retardo o
tiempo.





Todas estas teorías son verdaderas y
falsas por igual: como eran las de aquellos ciegos en el cuento oriental que,
al describir un elefante a tientas, decía el uno que era como una cuerda, el
otro que era como un pilar y, un tercero, que era como dos fuertes lanzas.





Todo lo que con verdad podemos decir
es que el Absoluto es Uno y que, dentro de este Uno, tres fuerzas –que se
diferencian en sí mismas como radiación, atracción y tiempo– crean de consuno
el Infinito.
















La Vía Láctea en
el Mundo de Nebulosas Espirales







Dentro del Absoluto podemos
considerar, empero, las unidades ma­yores susceptibles de ser reconocidas por
el hombre. Estas son las ne­bulosas galácticas, cerca del centro de una de las
cuales, conocida por Vía Láctea, existe nuestro Sistema Solar. Aunque la
existencia de otras nebulosas más allá de la nuestra, el hombre sólo la conoció
con la erec­ción de los modernos telescopios, varios centenares de miles están
ahora al alcance de su vista y varios cientos de aquéllas han sido claramente
observadas.








La apariencia de estas nebulosas, cada
una de las cuales se compone de incontables millones de estrellas, es muy
diferente. Algunas parecen líneas de luz, otras con forma de lentes y otras más
son como espirales en las que corrientes de soles parecen brotar desde el
centro como llu­via radiante. Esta variación, sin embargo, se está de acuerdo
en que no es de la nebulosa misma, sino resultado del ángulo desde el cual la
ve­mos – sea ya desde el borde, ya desde algo por encima de su plano, o ya
mirando directamente desde abajo sobre ellas.








Toda nebulosa, incluso nuestra Vía
Láctea, tiene de hecho el mis­mo diseño fundamental. Son, aparentemente, vastos discos de estrellas, separados cada uno por
un infinito de distancia de los otros, aunque cada uno es tan inmenso que las
estrellas que lo forman, por su solo nú­mero, parecen fluir y discurrir al modo
de un gas o un líquido bajo la influencia de alguna gran fuerza centrífuga. Esta
fuerza les imparte un movimiento o forma en espiral, a semejanza de una tromba
en un are­nal que imparte movimiento en espiral a la columna de polvo que
levanta.










Es indudable que nuestra Vía Láctea
posee, también, esta forma centrífuga pero, naturalmente, sólo puede verse
desde afuera. Para nosotros, situados dentro de su plano, aparece como una línea curva o arco de luz en los cielos por encima nuestro. Por contraste, vemos
el Sol como un plano curvo o disco y, del mismo modo, magnificados
los planetas. Mien­tras que al aproximarnos todavía más a nuestra escala, lo
que podemos explorar de esta tierra es un sólido
curvo
o la superficie de una esfera.








Estas tres formas –arco, disco y esfera–
son aquéllas en las cuales tres grandes escalas de entidades celestes se
presentan a la percepción humana. Evidentemente no son estas las formas reales
de esas entidades, pues sabemos muy bien que, vista desde cualquier otro lugar,
la Vía Láctea,
por ejemplo, aparecería no como una línea sino, a seme­janza de otras galaxias,
como un disco giratorio.










Empero, estas formas aparentes de los mundos celestes son muy
in­teresantes y de importancia. Porque pueden decirnos mucho, no sólo acerca de
la estructura del universo sino, también, acerca de la percepción del hombre y,
por este medio, acerca de su relación con estos mun­dos, y de la relación entre
éstos.








Ahora bien, la relación entre un
sólido curvo, un plano curvo y una línea curva es la relación entre tres
dimensiones y una dimensión. Así se nos puede decir que percibimos la tierra en
tres dimensiones, el Sis­tema Solar en dos dimensiones y
la Vía Láctea en una dimensión. A otras galaxias las percibimos
solamente como puntos. En tanto que al Absoluto no lo podemos percibir en
ninguna dimensión – es absoluta­mente invisible.








Así, esta escala de mundos celestes –Tierra,
Sistema Solar, Vía Láctea,
la Totalidad de Galaxias y el Absoluto– presenta a la percep­ción
del hombre una progresión muy especial. Con cada ascenso en es­ta escala, se le
hace invisible una dimensión. Esta curiosa ‘pérdida’ de una dimensión es
aparente aun en niveles que están más allá de su per­cepción, pero que todavía
puede imaginar. En relación al Sistema Solar,
la Tierra no es más una bola sólida sino una línea de
movimiento; en tanto que en relación con
la Vía Láctea, la elíptica del Sistema Solar deja de ser un
plano para ser un punto. En cada caso, ‘desaparece’ una dimensión inferior.





Al mismo tiempo, con cada expansión de
la escala se agrega una nueva dimensión ‘superior’ – la misma que es tanto
inalcanzable como invisible a la entidad menor. De este modo el hombre, él
mismo un só­lido y tridimensional –esto es, alto, ancho y grueso– puede trasla­darse
por sobre toda la superficie de la tierra, creando la configuración de esta
superficie, en su escala, el mundo tridimensional en que vive. Empero, en la
escala de la tierra, esta superficie deviene únicamente bidimensional, a la que
se agrega una nueva tercera dimensión
–el grosor de la tierra– que es inconocible e impenetrable por el hombre. Puede
decirse, así, que la tercera dimensión de la tierra es una especie diferente y
superior de tercera dimensión, inconmensurable con la ter­cera dimensión del
hombre.










Es así como en esta gran jerarquía
celeste, cada mundo superior pa­rece descartar la dimensión inferior del mundo
que queda por debajo, y agregar una nueva dimensión arriba o más allá del
alcance de ese mundo. Cada uno de tales mundos completos existe en las tres
dimen­siones de espacio, poseyendo empero una dimensión más que aquél que está
debajo y una menos que el que está encima. Significa esto que ca­da mundo es parcialmente invisible para aquellos
mundos mayores y menores que él mismo. Pero, en tanto que es la dimensión inferior del mundo menor la que
desaparece en relación al mayor, es la dimensión superior del mayor la que es
invisible al menor.










Desde nuestro punto de vista, podemos
expresar que cuanto mayor es el mundo celeste, tanto más de aquél debe ser
invisible; mientras que aquellas partes de tales mundos superiores, en cuanto
son visibles al hombre, deben siempre pertenecer a sus dimensiones inferiores o
más elementales.










Podemos comenzar a comprender mejor,
ahora, el significado de es­ta apariencia linear de
la Vía Láctea. Debe significar que la Vía Lác­tea real es mayormente invisible. Lo que vemos es
una ilusión de nues­tra percepción limitada. El aparente ‘arco de luz’ debe ser
un efecto de nuestro no verla en
suficientes dimensiones
.










Cuando vemos líneas o círculos aparentes
en nuestro derredor or­dinario, sabemos bien qué hacer en orden a investigar
los cuerpos a que pertenecen. Sea que nos movamos en relación a ellos, o sea
que los mo­vamos en relación a nosotros. Al sentarme a la mesa en una
habitación a oscuras, veo algo que semeja una línea de luz; mas al levantarme
pa­ra ver más de cerca, la línea se transforma en un círculo; extiendo mi mano
hacia aquello y cojo un objeto que resulta ser un vaso de vidrio. Antes de que
hubiera alzado el vaso sólo había sido visible el círculo de la boca del vaso,
revelado por la luz – primero al nivel del ojo y luego, desde arriba. Ahora,
cuando le doy vuelta en mis manos, mi re­lación cambiante con aquél en el
espacio y el tiempo, revela que no es ni una línea ni un disco, sino un cuerpo
sólido dotado de toda clase de propiedades y que contiene una interesante
bebida.








Esto no podemos hacer en relación con la Vía Láctea ni con otras galaxias. En su escala no podemos
cambiar ni en un punto nuestra po­sición, sea en el espacio sea en el tiempo.
En relación a aquélla somos puntos fijos y no hay modo de alterar nuestra
visión de las mismas. Aun los movimientos de
la Tierra y el Sol no producen un cambio per­ceptible en el
punto de vista del hombre en millares de años; mientras que esos milenios,
comparados con la edad de las galaxias, no tienen duración alguna. Es como si
estuviéramos condenados por toda la vida a ver solamente el anillo del vaso. E,
igualmente, podemos suponer que esto es nada más que un anillo o sección
transversal de la galaxia que ven los hombres, y que siempre deben ver con su
percepción corpórea.








¿Cuál podría ser la naturaleza real de
la Vía Láctea y
la de su re­lación con otras galaxias? ¿Qué es en sí misma una nebulosa?
Estaría­mos perdidos a no ser por el hecho de que la relación entre los mundos
celestes,
la Tierra, el
Sistema Solar y
la Vía Láctea, deben tener para­lelos exactos en los mundos
inferiores de electrones, moléculas y célu­las. Pues esta relación entre mundos
interpenetrantes es por sí misma una constante cósmica, que puede verificarse
tanto arriba como abajo. En su propia escala –revelada por el microscopio– una
célula es un organismo sólido tridimensional, pero para el hombre es sólo un
pun­to inmensurable. Es así como, entre los mundos microcósmicos, se pue­de
observar las mismas adición y substracción de dimensiones. Pero con esta
diferencia – que en este caso la naturaleza y el ser del mundo superior, su
relación con y el poder sobre los mundos inferiores dentro de él, pueden
conocerse y estudiarse. Porque ese mundo superior es el hombre mismo.










Ahora bien, la situación de nuestro
Sistema Solar dentro de
la Vía Láctea es casi exactamente la misma de una célula
sanguínea dentro del cuerpo humano. Un corpúsculo blanco se compone, también,
de un núcleo o sol, su citoplasma o esfera de influencia; y éste, también, está
rodeado por todos lados por incontables millones de células semejantes o
sistemas, formando el todo un gran ser cuya naturaleza sería, para la célula,
difícilmente susceptible de concebirla.










Si, esto no obstante, comparamos el
cuerpo humano a algún gran cuerpo de
la Vía Láctea y una célula de ésta con nuestro Sistema Solar y
queremos encontrar un punto de vista comparable al de un astróno­mo humano en
la tierra, deberíamos esforzarnos por imaginar la per­cepción de algo semejante
a un electrón de una molécula de la célula. ¿Qué podría conocer tal electrón
acerca del cuerpo humano? Qué, en verdad, conocería acerca de su célula o aún
de su molécula? Tales or­ganismos serían tan vastos, sutiles, eternos y
omnipotentes en relación a él, que su verdadero significado estaría muy lejos
de su comprensión, Empero, no hay duda que el electrón percibiría algo de su
universo am­biente; y, aunque esta impresión estaría muy lejos de la realidad,
es interesante para nosotros imaginarla.










Pues estos electrones, por la profunda
insignificancia de su tamaño y duración serían, también, como los hombres
dentro de
la Vía Láctea; puntos fijos monodimensionales, incapaces de
cambiar la visión de su universo humano ni en el grosor de un cabello. Es
cierto que su célula estaría recorriendo su arteria así como el sol recorre su
trayecto en
la Vía Láctea –y que esta célula puede esperarse que realice
muchos mi, les de circuitos del gran cuerpo en el curso de su existencia. Mas
para el electrón nada significará esto, porque en toda la duración de su fugaz
vida, la célula no habría avanzado ninguna distancia mensurable.










Así pues, como puntos, los electrones
mirarían sobre una sección transversal estacionaria del cuerpo humano, en
ángulos rectos a la ar­teria en la que fué destinada a moverse su célula. Esta
sección trans­versal constituiría su universo visible o presente. Dentro de este uni­verso se daría cuenta, primero y sobre
todo, del resplandeciente núcleo de su célula, fuente de toda luz y de toda
vida para aquéllos y para to­do el sistema de mundos en el cual viven, Mirando
más allá de este sistema, en el cenit –esto es, fuera de su sección transversal
y arriba, dentro de la arteria– nada verían, porque sería aquí donde su célula
y su universo marcharían en futuro.
Un espacio igualmente vacío yace­ría debajo de ellos en el nadir. Porque sería
de aquí de donde habría procedido su universo, o pasado.










Si, esto no obstante, mirasen fuera,
siguiendo el plano presente de su universo, verían resplandecer por todos los
lados con apariencia de ser un anillo brillante formado por un número infinito
de otros núcleos celulares o soles, más o menos distintos del propio. De tener
algún in­genio, podrían comprender que esta apariencia de anillo era una ilu­sión
resultante de la reducción de la distancia y, en cambio, podrían suponerlo un
vasto disco de células de las que la suya sería apenas una entre muchos
millones. Posteriormente, midiendo la densidad de la nu­be celular en, los
varios puntos del compás, podrían aun calcular que su propia posición está
cerca del centro o más cerca de uno u otro borde de este disco. En esta forma
podrían localizar su propio sistema den­tro de su galaxia. Pues este disco o
nube de forma circular sería su Vía Láctea.






En muchos sentidos, los
descubrimientos de los electrones pueden ha­cer paralelo a los descubrimientos
de los astrónomos humanos y aqué­llos harían frente a problemas muy semejantes.
A medida que estudia­ran
la Vía Láctea de otras células y aplicaran métodos sutiles de
medi­ción, podrían, por ejemplo, alcanzar la idea –como lo hicieron los as­trónomos
humanos, en circunstancias parecidas – de que todas estas células o soles
imperceptiblemente estaban retirándose. Ante esto los astrónomos humanos llegan
a la conclusión de que los soles de
la Vía Láctea fueron creados todos juntos, en una masa de
compacta densidad y que, desde entonces, han estado retirándose al exterior
desde el centro, en un disco que constantemente se dilata y constantemente
rarifica. Ellos hablan de un ‘universo en expansión’. Si alcanzaran los electro­nes
una conclusión análoga con respecto a su universo, por supuesto es­tarían
describiendo lo que ocurre en una sección transversal del cuer­po humano
después de la adolescencia, cuando dejan de multiplicarse las células pero
donde las ya existentes se extienden, se dilatan y se sa­turan de agua y de
grasa, produciendo el efecto de un cuerpo que se expande en circunferencia.










Por fin, cuando han agotado la
especulación sobre su Vía Láctea, pueden los electrones descubrir, a
inmensurable distancia más allá de sus límites, pero aún sobre el mismo plano,
delgadas líneas y nubes que parecerían universos semejantes. Esto podríamos
reconocer como la sec­ción transversal de otros cuerpos humanos. Pero para los
electrones se­rían nebulosas extra–galácticas.










Pues bien, el estudio de estas
distantes nebulosas o universos puede introducir a algunos curiosos problemas
al observador electrónico. Al­gunos los vería, sencillamente, como líneas de
luz y se daría cuenta que miraba al borde de un disco galáctico semejante al en
que se encuen­tra él mismo. Sin embargo, otros podrían aparecer como circular o
es­piral, tal como nos ocurre con ciertas nebulosas. En este caso supon­dría
que las estaba mirando como alguien encima o en el futuro podría ver su propio
universo.








¿Cómo sería posible tal cosa? Debemos
responder, solamente si la percepción de estos electrones no estaba, de hecho,
confinada absoluta­mente a una dimensión plana. Supongamos alguna ilusión por
la re­fracción, alguna oscilación ondulatoria, que permitiera a su percepción
abarcar, digamos, sólo dos grados por debajo del nivel de su plano. Un ángulo
así sería demasiado pequeño para hacer que se dieran cuenta de algo del pasado,
que mereciera hablarse de él, dentro (le su propio uni­verso. Pero proyectado a
una distancia inmensa, ciertamente sería su­ficiente para abarcar todo el disco
del universo que se encuentra en án­gulo recto con el suyo; es decir, la
sección transversal, pero horizontal, de otro cuerpo humano.





De ser verdadera nuestra analogía lo
precedente puede probar la sig­nificación del fenómeno celeste que ante
nosotros aparece como Vía Lác­tea y como muy distantes galaxias. Representarían
secciones de cuerpos inmensos, inconcebibles y eternos para nosotros y de los
cuales nada podríamos decir, excepto que deben existir. ¿Pero es esto verdad?
No puede haber respuesta directa. Sólo podemos decir que otra escala de vida,
estudiada correctamente, revela fenómenos estrechamente com­parables con
aquéllos que percibimos en los cielos y los cuales, ahí, en esa inmensa escala,
están mucho más allá de nuestra comprensión. Y podemos agregar que,
puesto que
las leyes naturales deben ser univer­sales y puesto que el hombre no puede por
sí mismo inventar un esque­ma cósmico, la analogía, que muestra la
correspondencia entre diseños creados por tales leyes arriba y abajo, es quizá
la única arma intelec­tual suficientemente vigorosa para determinados
problemas.








Esta puede, en cualquier caso, revelar
las relaciones. Así es como al estudiar el electrón en el cuerpo humano, vemos
bien la escala del ser que pugna por apreciar la estructura, tiempo de vida y
propósito de las muchas galaxias, en comparación con el fenómeno de que es
testigo.








Fuente: Rodney Collin: "The Theory of Celestial Influence"






















































































Publicado por egarciaber en 13:41 No hay comentarios:
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