Cuando escribamos sobre Astrología nadie nos pedirá que dejemos de ser quienes somos, ni de hacer lo que hacemos, pero si nos enfrentamos con todos y contra todo se nos aplastará como a una insignificante hormiga.
Nos referimos a que al hablar o escribir sobre Astrología hay que cambiar y cuidar las formas, el contenido, la expresión, y el pensamiento.
Se puede expresar cualquier idea que se pretenda sin despreciar a nadie. Sin insultar y sin perder la compostura. Pero para eso hay que cambiar algunas cosas ¿No creen? Estamos aquí para aprender y limar nuestras aristas, no para irnos del mundo tal como vinimos..
Para eso es necesario el cambio, cambiar, y para poder cambiar debemos ser humildes, trabajar duro sobre nosotros mismos y sobre todo querer por encima de todo perfeccionarnos, es decir, transformar lo que ahora somos y antes que eso, esencialmente lo que creemos ser.
Por ejemplo sabemos que Urano es sinónimo de cambio, mutación y el Sol lo es de conciencia, así Urano conjunto al Sol, constituye la ortografía perfecta de la "mutación de la conciencia propia", claro está que si el contacto se encontrase en la casa XIIª impelerá al sujeto a rechazar esta opción, tildándola como imposible de acometer, de llevar a efecto, como si de una quimera, o un espejismo se tratase, negando (una palabra clave de casa XIIª) esa posibilidad... Nada más errónea que esta falsa percepción, tan sólo debemos ponernos a trabajar para que se experimenten y perciban, como un hecho concreto, los cambios.
Nuestra naturaleza contiene intrinsecamente la semilla del cambio, tan sólo requiere de una pequeña disposición o ayuda por nuestra parte. Como antaño escribieran con sabiduría los antiguos alquimistas: "La naturaleza dice ayúdame y te ayudaré"
Querer es poder. Negar es renunciar, algo muy propio de la casa XIIª, pero en este caso tristemente se estaría negando un atributo propio e intrínseco del sujeto, la posibilidad de efectuar cambios radicales en la conciencia solar en el propio domicilio del Sol, Leo....
"No somos lo que pensamos que somos, pero lo que "pensamos", somos" es una máxima muy oculta que contiene esa idea. El pensamiento es creativo. Somos lo que pensamos.
En verdad sólo existe aquí un espejismo, el de nuestra propia mente, que es quien pone los límites a nuestro derecho a intentar el cambio, tildándolo como un esfuerzo imposible y baldío.
El Universo está sometido al cambio perpetuo, es diferente cada segundo de tiempo que transcurre, y nosotros, lo queramos o no, somos una parte infinitesimal del mismo, acompañándole en su mutación, porque en el cosmos, las partes son análogas al Todo, como en el remoto pasado ya enseñara Hermes.
Ahora bien : ¿Las ideas de cada uno? no tenemos por qué cambiarlas, nadie nos lo pide y no estamos obligados, aunque todos lo hacemos imperceptiblemente cada día, también usted lo hace, aunque no lo crea. Sin embargo es un síntoma de madurez que con el conocimiento derivado de la experiencia acumulada cambiemos las estrategias para evitar el desgaste. Ya no tenemos 20 años para seguir guerreando por causas que en realidad no revisten la menor importancia, esa que parecíamos otorgarles cuando fuimos jóvenes e inexpertos.
El trabajo que se ha realizado en pocos años, en defensa de la Astrología que merece tal nombre, ha sido tan encomiable como necesario. Nos molesta tremendamente que en muchos casos, algunos magníficos estudios de otros colegas no estén teniendo la repercusión que merecen, sospechamos que en muchos casos esto se debe exclusivamente a una cuestión de formas (moldeables, sujetas a cambios) que no de contenido. Si queremos demostrar que funciona, y recuperar nuestra Ciencia de Urania, rescatándola del barro donde ha sido arrojada por el Racionalismo ciego en su ignorancia, tendremos que aprender a utilizar el mismo lenguaje, incluso los mismos convencionalismos de los que hacen gala nuestros interlocutores. Ser sinceros pero no demoledores, ser críticos pero nunca hirientes. Solo así se aceptarán nuestras propuestas por muy certeras que estas sean, si es que deben ser aceptadas. Esto es lo único y verdaderamente importante: Que si transmitimos un mensaje, llegue al receptor en la forma en que éste pueda aceptarlo, comprenderlo e integrarlo en sí mismo como algo valioso y enriquecedor. Lo demás si ha de venir, llegará por añadidura.
Probemos ese pequeño - gran ejercicio de autocontrol, experimentemos sobre nuestro propio carácter y la manera en que nos expresamos en forma verbal o escrita, cuando tratemos de nuestra querida Astrología. Cambiemos aquello que ya no nos sirve para alcanzar y cumplir nuestros objetivos, esos cambios pueden tal vez ser definitivos para lo que pretendemos, de otra forma estaremos predicando en el desierto. muchas personas valiosas que han tenido contacto con la Astrología, se han perdido para la causa, aunque a veces en el fondo la razón les haya acompañado.
No debemos seguir siendo por más tiempo simples máquinas humanas, que reaccionan como lo hacen las máquinas, siempre de la misma forma previsible: Ante idénticos estímulos, idénticas reacciones.
Hay que recuperar el Ser Humano, también desde la Astrología.
La mecanicidad, que es la característica esencial de una máquina, es lo que hay que romper para dejar de serlo.
Sólo las máquinas que comienzan a percibir, sentir y conocer que son máquinas, empiezan a poder intentar dejar de serlo.
Salgamos al ruedo y toreemos, si es nuestro deseo, pero con el capote, y la espada. Nunca sólo con ésta última mediante el insulto, la soberbia y el desprecio.
Usemos de nuestra mano izquierda y, como los solía denominar G.I. Gurdjieff, de los tontos útiles para que nos ayuden a alcanzar la meta, que es noble, loable y en todo momento además legítima, no permitiendo jamás que nos hiera el desprecio ajeno, y si esto sucediera recordemos que también los más grandes, desde Paracelso a Newton, tuvieron que soportar el reiterado envite y el desprecio de muchos academicistas, que en las más de las ocasiones, creyéndose sabedores de todo, sin embargo nada conocieron sobre la materia que tan injustamente criticaron.
Tal actitud he descrito, que si te conduces como te he aconsejado que te conduzcas según te explico, no podrás, en modo alguno, ser acusado de falsedad, tampoco de oportunismo, así jamás perjudicarás ni traicionarás el buen nombre ni el prestigio y reputación de nuestra Ciencia, sino que por contra la dejarás siempre en buen lugar, y si obras con la prudencia necesaria al exhibir tus razonamientos en esa manera, tampoco te estarás ni vendiendo, ni menos aun traicionando, sino que expresarás tus razonamientos cargados de la mayor elegancia e inteligencia, a fin de que sean comprendidos cabalmente por quienes te escuchen o lean.
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