Resonancia temporal
Por Terence Mckenna
Apareció en Revision, volumen 10, número 1, del verano
de 1987. Es el intento de escribir un informe sucinto concerniente a mis ideas sobre el tiempo y la onda temporal.
La descripción newtoniana-einsteniana de la naturaleza es el mito de Ur de nuestra
civilización aunque
varía en un área importante
de
la experiencia
percibida. Me refiero a la descripción de la dimensión temporal. El tiempo para Newton se representaba por un plano simple; era duración pura, un ámbito necesario
para la descripción de los hechos. Einstein añadió la posibilidad de curvas ligeras y suaves de la continuidad espacio-tiempo.
Ambos puntos de vista ignoran una propiedad de la realidad
seriamente tomada en cuenta en la construcción de mi modelo: el fenómeno de la conservación de
lo
coherente (de la capacidad
de conexiones). Encontramos este principio activo en
la iniciación del universo y vemos que continúa siendo conservado y concentrado
a través de toda la historia
subsecuente de espacio/tiempo.
Una cosa interesante sobre
la
concatenación de la coherencia es que
cada etapa de su condensación tuvo lugar más rápidamente que las que la precedieron. Al nacer el universo era como plasma puro: no
había sistemas atómicos;
había tanta energía dentro del sistema que los electrones o no existían o eran incapaces de establecerse
en
órbitas estables. Entonces,
conforme el universo
se enfriaba los sistemas atómicos empezaron a formarse: las estrellas se condensaron y a través de la química nuclear cocinaron
elementos más pesados, lo que eventualmente condujo al desarrollo
de una química
basada en el carbón.
Esto abrió la posibilidad de la química molecular —nuevos reinos de coherencia— una nueva proliferación de oportunidad para la novedad.
La oportunidad llevó a
la
vida, a los animales superiores, a la cultura y, eventualmente, comparativamente con la cultura, en época muy
reciente a los sistemas del código epigenético como el lenguaje, y aun más
recientemente la escritura.
El legado de la conservación de la coherencia es la metaconectada caostrofia de la cultura planetaria del
siglo veinte. La construcción
modelo de la que soy autor busca unificar la totalidad de estos fenómenos
diversos y tratarlos como manifestaciones de
un
simple juego de
leyes que describen
el ingreso de lo nuevo dentro del tiempo y su conservación
y concentración en el espacio/tiempo ordinarios
y en
la
experiencia ordinaria
inmediata.
Esta idea difiere de la cosmología
ortodoxa en que a la física ortodoxa
compite la historia muy temprana del universo, que es imaginada como una
sucesión de muy breves épocas,
cada una encerrada dentro de
limites cerrados y especies de física, derivaciones de una singularidad que precede a cualquier física. Mi noción revierte este procedimiento y coloca las épocas
comprimidas de ultracoherencia conducentes a la singularidad al final del hecho cosmológico, precisamente
donde el modelo estándar
coloca al universo fluyendo hacia
la
muerte por calentamiento entrópico. El
modelo estándar trata la biología como un epifenómeno que no
merece siquiera mención.
Buscando la base para un
nuevo modelo de
tiempo fuera del modelo
de la “pura duración”
de la ciencia occidental, naturalmente examiné los accesos orientales al tema, que parecen estar más a tono con las intuiciones subjetivas y la experiencia
inmediata sentida. La experiencia que tenemos del tiempo está mucho más relacionada con la descripción que heredamos de tradiciones tales como el taoísmo que lo que nos dice la ciencia. En efecto, el Tao Te Ching abre con la observación de que “El camino que puede revelarse no es un camino invariable”.
La idea de que el tiempo se “experiencia” como una serie de elementos
identificables que
fluyen está muy desarrollada en el I Ching. En efecto, el modelo temporal del I Ching ofrece
la
única alternativa bien
desarrollada al punto de vista de la “duración plana”. El I Ching
ve el tiempo como un número finito de elementos distintos e irreductibles, de la misma manera que los
elementos químicos
componen el
mundo de la
materia. Para los sabios taoístas de la China pre Han el tiempo se componía de sesenta y cuatro elementos
irreductibles. Sobre las relaciones
entre estos sesenta
y cuatro
elementos he buscado erigir un nuevo modelo de tiempo que incorpora la idea de la conservación de la novedad y reconoce el
tiempo como un proceso de
devenir.
El más temprano
arreglo de los hexagramas del I Ching es la secuencia del Rey Wen. Fue esta secuencia la que escogí para estudiar
la posible base para un nuevo modelo de relación
del tiempo con el ingreso y conservación
de lo nuevo. Estudiando los tipos de orden en la secuencia del Rey
Wen
hice unos descubrimientos notables. Se sabe
que
los hexagramas de esa secuencia
se presentan en pares. El segundo miembro de cada par se obtiene
por la inversión del primero. En cualquier secuencia de
los
sesenta y cuatro hexagramas hay ocho
hexagramas que permanecen sin cambios
cuando se invierten.
En la secuencia del Rey Wen estos ocho hexagramas se parean con hexagramas en los cuales cada línea del primer hexagrama
se ha vuelto su opuesto
(yang cambió
a yin y viceversa).
Permanece la cuestión de cuál es la regla o principio que gobierna el arreglo de los treinta y dos pares de hexagramas comprendidos en la secuencia
del Rey Wen. Mi intuición me llevó a mirar al primer orden de diferencia, es decir, cuántas líneas cambian conforme uno se mueve a través de la secuencia del Rey Wen de un hexagrama al próximo. El primer orden de
diferencia será siempre un entero entre uno y seis. Cuando se examina el primer orden de diferencia dentro de los pares se encuentra que es siempre un número par. En consecuencia,
todas las instancias de primer orden de diferencia
que son impares
ocurren en transiciones de un par de hexagramas al próximo
par. Cuando se examina el conjunto de primer orden de diferencia de enteros generado
por la secuencia del Rey
Wen
se encuentra que los
enteros caen en una perfecta
razón de tres a uno, tres enteros
pares por cada uno impar. La razón de 3:1 no es una propiedad
formal de la secuencia
completa sino un artefacto cuidadosamente construido conseguido por arreglo
de las transiciones entre pares
para generar catorce instancias de
tres y dos instancias de
uno.
Los cincos
fueron deliberadamente excluidos. Los catorce
tres y dos
constituyen dieciséis
instancias de un entero impar ocurriendo entre un número
posible de sesenta y cuatro.
Es una razón 3:1 exactamente.
Además, cuando el primer orden de diferencia de la secuencia
del Rey Wen se grafica, parece casual o impredecible. Sin embargo cuando la imagen
del gráfico se rota 180 grados dentro del plano y se sobreimpone sobre si misma se encuentra que coincide (cierra) en cuatro puntos adyacentes.
Mientras lógicamente puede esperarse que este cierre
ocurra en cualquier
lugar de la secuencia, efectivamente lo hace convencionalmente al comienzo y
final de la misma. Mientras
un arreglo con cierre o coincidencia puede colocarse cada
dos hexagramas en oposición
uno de otro, lo que
encontramos en efecto es que los hexagramas que se oponen
uno a otro son tales que los números de sus posiciones en la secuencia del Rey Wen suman siempre sesenta y cuatro.
Veintisiete mil secuencias de hexagramas fueron generadas al azar por computación (todas
las
secuencias poseedoras de la propiedad
que tiene la secuencia del Rey Wen de que cada segundo hexagrama es, o la inversa
o el complemento de su predecesor). De estas
veintisiete mil secuencias sólo se encontraron cuatro que tuvieran las tres propiedades
de
una razón 3:1 de transiciones de par a impar, no transiciones de valor cinco y el tipo de coincidencia descripta más
arriba. Tales
secuencias aparecieron
muy
raramente produciéndose en una razón de 1 en 6750.
Por estas razones
fui llevado
a ver la secuencia
del Rey Wen como un arreglo profundamente artificial de sesenta y cuatro hexagramas. Observe la Figura 1. Revise en su mente los pasos de la secuencia del Rey
Wen
que llevaron a ello. Note que es
un
juego completo de sesenta y cuatro hexagramas posibles corriendo ambos secuencialmente
hacia adelante y hacia atrás. Puesto que se componen de sesenta y cuatro
hexagramas de seis
líneas cada uno, se componen
de 6 x 64 o 384 líneas o yao. Uno puede establecer
una analogía y decir que la Figura 1 es a la secuencia
del Rey Wen lo que un cubo es a un cuadrado. La Figura 1 está compuesta
de los mismos
elementos que la secuencia del Rey Wen pero tiene más dimensiones.
Yo asumo que
los
chinos pre Han constructores de oráculos
veían la
corrida hacia adelante
y hacia atrás en doble secuencia
de la Figura 1 B como una única línea o yao,
y por lo tanto abierta
al mismo tratamiento que las líneas
del I Ching, es decir, multiplicación por seis y por sesenta
y cuatro. Puesto que un hexagrama tiene seis líneas, yo
visualizo seis secuencias dobles en un orden lineal. Pero un hexagrama es más que
líneas: un hexagrama
también contiene dos trigramas. Por lo tanto sobre las seis dobles secuencias yo sobrepongo dos dobles secuencias, cada una tres
veces más larga que las seis dobles secuencias. Un hexagrama también tiene una identidad como un todo: por lo tanto, sobre las seis y las dos dobles secuencias se proyecta una única, doble y
más
larga secuencia. Los conjuntos de secuencias dobles de cada nivel comparten
un punto de origen en común y todos vuelven
a un único punto terminal. La figura resultante, demasiado compleja para mostrar aquí, es a la doble secuencia original como un mosaico es a un cubo porque
se añadieron más dimensiones. Esta figura en sí misma puede ser imaginada
como un simple hexagrama, pero uno de un conjunto de sesenta y cuatro.
La graficación del primer orden de diferencia de la secuencia del Rey Wen exhibe una particularidad: la primera y las tres últimas posiciones tienen valores similares. Así, el cierre ocurre en los dos extremos del gráfico cuando se rota en dos dimensiones y se coloca próximo a si mismo.
El cierre al comienzo y al final de la figura sugería que
podía ser útil para procesar el modelo. Sus 384 subunidades implican un
calendario. ¿Puede ser una coincidencia que la longitud del mes lunar 29,53 días
multiplicado por 13 sea igual a 383,89? Creo que lo que tenemos aquí es un
calendario lunar de 384 días con resonancias de otros fenómenos astronómicos
conocidos al ojo desnudo que se sabe son de interés para los antiguos chinos.
Usando técnicas estándar,
la jerarquía modular que yo construí a partir de la figura 1 por el método
descripto antes puede ser matemáticamente colapsada en una curva auto-similar o
fractal que puede usarse para representar en un mapa el desdoblamiento de las
variables temporales y sus resonancias en todos los niveles de duración.
Para demostrar estas
afirmaciones fue necesario preparar un software que nos permitiera la
manipulación fácil de la onda temporal fractal y la comparación rápida de
varias ubicaciones dentro de la misma. En este aspecto tuve la ayuda de mi
colega Peter Meyer, que implemento mis ideas a través de la computación con
gran conocimiento y destreza.
* Los valores
a la izquierda
de cada gráfico (figuras 3 a 8) son cuantificaciones numéricas de
novedad. La situación
de novedad máxima tiene un valor de cero; por lo tanto, los valores tienden hacia el cero conforme se aproxima la fecha final. En estos gráficos, la fecha final se asume que será el 21 de diciembre de 2012.Echemos un vistazo
a la pantalla,
generada por computadora, que muestra
un período temporal familiar para todos, la última parte del siglo quince
y el comienzo
del dieciséis, época caracterizada por la invención de la imprenta
y el descubrimiento del Nuevo Mundo.
Pantallas como ésta son las herramientas primarias experimentales y la producción experimental de las ideas que conciernen a la estructura
“fractal” del tiempo. Aquí es innecesario discutir
las
herramientas y opciones disponibles como software, pero
examinaremos esta porción de
la
onda temporal. La línea desviada
muestra la onda temporal. Claramente
representa el decremento y flujo de un proceso. ¿Cuál? Mi tesis es que se describe la novedad. Conforme la línea se mueve hacia la base del gráfico la novedad
crece, el movimiento hacia arriba indica decrecimiento. Lo nuevo entonces es mostrado
como un término necesario
primario para una descripción de cualquier
sistema temporal,
del mismo modo que
girar, velocidad y momento
angular son términos necesarios primarios para la descripción de cualquier
sistema físico. Sinónimos
de novedad o lo nuevo son grado de coherencia o complejidad. Debe notarse que estos
no
son términos que establezcan un juicio moral.
Novedad no significa “bueno” ni entropía “malo”. Lo nuevo o novedad es simplemente una situación de mayor coherencia y complejidad
de organización en tanto que entropía
es lo opuesto a estas cualidades: es menos organizada, menos integrada, menos compleja.
Deliberadamente elegí la palabra novedad
o lo nuevo para este concepto con el fin de establecer la relación entre estas ideas y la metafísica
de Alfred North Whitehead
como se presentan en Process and Reality (Proceso y realidad), donde él escribió:
La creatividad es el principio de lo nuevo. La creatividad introduce la novedad en
el contenido de
lo
diverso que es
el universo disyuntivamente. El avance creativo es la aplicación de este último principio de creatividad a cada situación novedosa
que él origina. El principio metafísico último es el avance de la disyunción a la conjunción, creando una nueva entidad diferente de las entidades dadas en la disyunción. La nueva entidad es al
mismo tiempo la conjunción de lo diverso
que encuentra y también es uno entre los disyuntivos diversos
que deja: es una nueva entidad, disyuntivamente entre las diversas entidades que ella sintetiza. Los
muchos devienen uno y se incrementan en uno. En sus naturalezas, las entidades son disyuntivamente “diversas” en
el proceso
de pasaje hacia la unidad conjuntiva. Así, la “producción de una novedosa simultaneidad” es la última noción corporizada en el
término concrescencia. Estas últimas
nociones de
“producción de
novedad” y “concreta
simultaneidad” son inexplicables tanto en
términos universales (de valor) o en términos
de los componentes que participan en la concrescencia. El análisis de los componentes abstractos de la concrescencia. Sólo se apela a la intuición
(1929, p. 26).
Esta noción de la onda y el fluir de una cualidad invisible que integra y desintegra entidades en el
mundo está bien establecida en
el
pensamiento oriental
como la idea del tao. Lo que es inusual en este tipo de acercamiento, si no único, es el esfuerzo de dar una descripción matemática formal de la onda y el flujo. Pude haberlo llamado tao, pero elegí llamarlo novedad o lo nuevo para acentuar el hecho de que es un proceso creciente hacia la concrescencia.
Dentro de la onda temporal
se reconocen una variedad de “puntos de resonancia”. Pueden pensarse
como
áreas de la onda que son gráficamente
iguales a los otros puntos pero diferentes
porque tienen distintos valores cuantificados. Por ejemplo, si elegimos una fecha final de cero fijada el 21 de diciembre
de 2012 d.C. encontramos que el tiempo que estamos viviendo está en resonancia con los últimos tiempos
de los romanos y el comienzo
de la edad oscura de Europa.
Implícita en esta teoría del tiempo está la noción de que la duración
es como un tono en que uno tiene que asignarle un momento en el cual la pesada
oscilación es finalmente absorbida
y cesa. Elegí la fecha diciembre
21 de 2012 porque con esta suposición
la onda parece
tener la mejor configuración en relación
con los datos registrados de la onda y el flujo del avance histórico
en la coherencia. Más tarde supe con sorpresa que ésta fue la fecha final del clásico
calendario maya, de seguro una de las culturas
del mundo más obsesionadas
con el tiempo. Sin embargo, el software que nos sirve para trabajar con la onda temporal
acepta cualquier fecha cero y gradúa
la subsecuente onda temporal.
Para ver por qué pienso que el 21 de diciembre del 2012 d.C. es una fecha cero acertada, observe
la
marca de la
onda por dos periodos
largos. Observe la congruencia de los episodios de novedad mientras
duran y la manera en que
muestran estar en convincente resonancia cuando el 21 de
diciembre del 2012 es el punto
cero común.
Naturalmente, uno no puede mirar estas ondas sin preguntarse cuál es el significado del punto cero.
Mi interpretación es que es el punto en que el ingreso
en lo nuevo y el grado de coherencia o capacidad
de interconexiones de los
elementos separados que comprenden
la concrescencia serán
tales que la naturaleza ontológica del tiempo mismo se transformará. Terminará la historia
y el objeto trascendental que
ha
sido llevado a
más
profundas reflexiones sobre si mismo desde el primer momento de la existencia del universo, finalmente será completamente concrescente en el espacio tridimensional-continuidad temporal. Entonces la imagen en
movimiento
del tiempo habrá descubierto por si misma que es la eternidad.*
* El lector que haya encontrado interesante la exposición necesariamente breve de estas ideas y sienta agudizado su apetito para saber
más, tendría que consultar
el libro The Invisible Landscape de Terence y Dennis McKenna. Las personas
interesadas en obtener el software que permite la exploración de la teoría representada aquí tendrían que escribir para conseguir más información a Dolphin
Software, 48 Shattuck Square Nº.147, Berkeley, California 94704.
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